viernes, 13 de agosto de 2010

--- Huevos fritos para todos!

HUEVOS FRITOS PARA TODOS!!
CONTABA MI SUEGRO que una noche estaba “casi por casualidad” en el boliche de Poblete, en Las Lajas. En realidad el boliche de Poblete, pomposamente llamado “El Rey de España”, estaba en el límite inferior de la categoría de boliche. Rayano en la miseria, con apenas alguna damajuana de vino aguado, alguna botella de ginebra, quizá otra de Hesperidina, y no mucho más.
Charla va y cuento viene con Poblete, en eso se abrió la puerta y por ella entró un tal Zárate, conocido miembro de la policía local, de franco ese día. Entró no muy firme sobre sus pasos, porque venía terminando la recorrida por todos los boliches de Las Lajas con un grupo de amigos en estado similar. Y ya nomás al querer sentarse, Zárate tropezó con una pata de la silla, la que se corrió sobre el piso de madera mientras el se daba vuelta para sentarse y casi terminó en el suelo.

- “Cuidado, que mm...me parece que está temblando..!”(1), alcanzó a decir Zárate mientras se afirmaba como podía al respaldo de la silla, entre un par de carcajadas mal disimuladas de sus ocasionales compañeros de juerga.

Lo de disimular las carcajadas era para no ofender al compañero ocasional, porque pese al estado, todos respetaban por las dudas al policía de franco. No sea que fuese rencoroso cuando se encontrasen con el estando de servicio.
A todo esto ya era bastante pasada la hora habitual de cenar. Pero el asunto es que las borracheras de Zárate eran exclusivamente suyas, porque su mujer no quería compartirlas. Así, cuando llegaba mamado a la puerta de la casa ella no lo dejaba entrar y esta vez había pasado lo mismo. Con hambre tanto el como sus amigos, vieron luz en lo de Poblete y se mandaron adentro, se sentaron y pidieron de comer.

- “No tengo nada para darles!”, explicaba Poblete, mientras mi suegro ya se preparaba para no perderse detalle de la historia que seguramente aparecería enseguida.

Zárate, quien en su casa respetaba muy bien los límites que le ponía su mujer, aquí no entendía razones. Se paró, fue hasta el mostrador medio a los tumbos, seguro de encontrar algo para comer. Y contaba mi suegro que le brillaron los ojos, porque detrás del mostrador, sobre una repisita y contra un espejo, había cuatro o cinco huevos de gallina. Para allí señaló Zárate; viendo los huevos reales, a los que seguramente sumó los reflejados en el espejo y en una de esas sumó también los duplicados por la curda dentro de su mente. Y mientras señalaba los huevos le dijo a Poblete, medio gritando:

- “Si serás miserable!!! Mirá la cantidad de huevos que tenés ahí arriba. Dale! Andá y hacé huevos fritos para todos!!”

Y andá a explicarle por las buenas a un mamado, policía creído para colmo, que no tiene razón. Así es que Poblete se fue para adentro de la casa, frió los pocos huevos en una sartencita que llevó a la mesa con unos panes. Pero vivo el gallego, también llevó a la mesa el espejo, al que paró pegado a la sartén y afirmado contra un jueguito de esos de poner el salero, el pimentero, el aceite y el vinagre. En el se reflejaban los huevos fritos, y contaba mi suegro que de vez en cuando alguno de los mamados pasaba un pedazo de pan por el espejo!
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(1) En cualquier zona cordillerana, al menos en Neuquén, en Mendoza y en San Juan, se le llama temblor a los movimientos sísmicos, por otra parte bastante frecuentes. Por extensión, con “estar temblando”, se entiende que está ocurriendo un sismo.

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