lunes, 23 de agosto de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (4)

Russet potato with sprouts. Sliced (left) and ...  Image via Wikipedia
HISTORIAS DE PAPAS (4)

Pese a su origen americano, las papas llegaron a U.S.A.  desde Europa. Más precisamente desde Irlanda, merced al asentamiento de una colonia irlandesa en Londonderry. Aunque quienes no eran irlandeses no las aceptaron así nomás, llegando incluso a decirse que acortaban la vida de quienes las comían.
Con un simple hervor o al rescoldo, aún sin sal ni aceite, el sabor de la papa bien cocida es muy agradable. Y ni falta hace recordar su valor nutritivo, con el cual fueron desapareciendo las devastadoras hambrunas que solían diezmar a la población europea antes del descubrimiento de América. De allí que automáticamente “papa” fue y sigue siendo sinónimo de comida en gran parte del mundo.
Al respecto recuerdo que durante mi niñez, desde aquélla Italia devastada por la segunda guerra mundial, un inmigrante de nombre Fiorello, llegó al establecimiento rural en el cual trabajaban mis padres. Fiorello estaba flaco como un alambre y no había comida que le alcanzara. Me quedó grabado el hecho de que durante sus primeros meses y mientras andaba engordando y trabajando solo por los corrales de la estancia, periódicamente se lo escuchaba gritar a toda voz, aunque lo que comiese fuese carne y solo carne:
    
- “Rica la papa aryentina!”

Y en el mismo orden de asimilar el vocablo “papa” a “comida” en general, también tengo presente que a muchos niños pequeños, por no decir a todos, aunque les estén dando a comer sopa, zapallo, carne o cualquier otra cosa, invariablemente les dicen:
    
- “comé la papa!”
    
Con lo cual estimo que se contribuye a cimentar la confusión de valores de la que los argentinos somos campeones mundiales. No pasa lo mismo con los loros, porque cuando Pedrito pide “la papa”, a Pedrito generalmente sí le dan papa y no le mezclan los conceptos desde chiquito. Por ello quizá sea una lástima que los loros no puedan votar en este bendito y paradójico país, que siendo una cornucopia tiene cada vez más gente pobre y hambrienta.
Regresando al tema de la papa, luego de que al menos una parte de la humanidad fue llenando su estómago, el llamado “arte culinario” pasó a inventar múltiples formas de cocinar y de presentar la ya omnipresente papa. Y del arte culinario la papa llegó al “arte en serio” de la manera más simple y bella, cuando Vincent van Gogh pintó su obra “Comedores de patatas”; quizá su cuadro más sobrecogedor para mi gusto, junto con “Nigthfall.” Tuve la fortuna de ver ambos cuadros, muy próximos entre sí, en el museo Van Gogh, allá por 1.990. Creo que quien haya tenido la oportunidad y la suerte de admirarlos, jamás podrá olvidar las caras de esos campesinos del primer cuadro, comiendo papas hervidas.
Aunque las papas también tuvieron la desgracia de caer en lo que podríamos llamar “arte en joda.” Porque, ¿...de qué otro modo podrían denominarse esas mesas llenas de papas presentadas por “no se quién”, las que bajo el einsteniano título de “Energía”, hasta fueron exhibidas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York allá por Junio de 1.993, donde me tocó en desgracia topar con ellas sin atinar a otra cosa que a amargarme el rato? -

continúa...
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--- HISTORIA DE PAPAS (3)

Potatoes form the basis for many traditional I...Image via Wikipedia
Papas: alimento universal
HISTORIAS DE PAPAS(3)
Terminadas las historias que CONTABA MI SUEGRO, las que eran muchísimas más, pero que por no escribirlas en su momento, al querer hacerlo tardíamente muchas quedaron en el tintero, aprovecho el pie de la última historia para entrar a narrar historias vinculadas con las papas comestibles. No es un tema habitual para narraciones, pero se puede encarar con la certeza de que no faltará material para ellas.
Las papas fueron de enorme importancia en la historia de la humanidad. Quizá tanto o más de lo que lo fue el trigo. No entraré en detalles mayores respecto a la humanidad americana precolombina, porque no conozco tanto al respecto, salvo que los antiguos habitantes del altiplano y de casi toda la cordillera andina, inclusive hasta Venezuela, tenían en la papa uno de los principales componentes de su dieta. Ya fuese fresca o como “chuño” o papa deshidratada, puesto que los pueblos quechuas y aimarás, se adelantaron muchos siglos al puré instantáneo “made by U.S.A.”
Cualquier habitante del altiplano sabía que en determinadas noches (no en todas las noches, ni en cualquier noche - ya que todas no es lo mismo que cualquiera -), si las papas trituradas se exponían a una helada nocturna con características especiales y bien conocidas empíricamente, el agua constitucional de sus células formaba cristales de hielo que eran fácilmente separables de la harina. Así preparaban el “chuño”, que no era otra cosa que papa deshidratada, para tenerla presente en su dieta durante todo el año.
Si se me perdona la digresión, cuando actualmente por televisión se muestran niños desnutridos en el norte argentino, uno debe lamentarse tanto por el hecho puntual del sufrimiento de ese niño, como por la enorme pérdida de la hermosa y fecunda cultura de pueblos como quechua y aimarás, a punto tal de haber olvidado como alimentar a sus hijos. Esos pueblos llevaban la agricultura en sus genes y legaron al mundo nada menos que la papa, el zapallo, el maíz, múltiples variedades de porotos, la quínoa y la maca, entre otros. Pero ahora, faltos de identidad, recurren a las dádivas de los gobiernos de turno, los que en definitiva fueron quienes favorecieron de mil maneras truculentas esa pérdida de identidad. Y cada vez que caigo en estos análisis, recuerdo con emoción los últimos versos de la “Milonga del Solitario”, de Atahualpa Yupanqui, cuando termina diciendo:
     
“…desprecio la caridad
por la vergüenza que encierra.
Soy como el león de la sierra,
vivo y muero en soledad!”

Porque me animaría a decir que junto con la pérdida de identidad, la vergüenza de esa pobre gente quedó hecha jirones por el camino. Pero no nos alejemos de las papas y recordemos que al ser estas llevadas a Europa desde América, salvo en Irlanda, donde fueron apreciadas enseguida, en el resto del continente costó mucho introducirlas en la dieta popular. A punto tal que un rey europeo (creo que fue uno de los tantos Luises paridos en Francia) hizo gala de un gran conocimiento psicológico de sus súbditos: Hizo sembrar un predio de papas como algo muy privado y secreto y decretando “pena de muerte” para quien robase alguna papa de allí. Como era de esperar, en poco tiempo en el predio no quedó una sola papa y de ese modo esta se introdujo en la cocina popular francesa primero, y luego en la europea.
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