jueves, 12 de agosto de 2010

--- Carrera de Viejas

CARRERA DE VIEJAS
CONTABA MI SUEGRO que un año cualquiera de la década de 1.940 andaba por ''El Huecú'', un paraje enclavado en las primeras estribaciones de la cordillera neuquina, al oeste de Chos Malal. Por allí había un pequeño destacamento de Gendarmería Nacional, con un puñado de gendarmes haciendo patria. 
Quienes no conocen la actividad de la Gendarmería en esos confines del país, pueden suponer que los gendarmes hacen poco. Pero allí donde ninguna otra institución puso, ni aún hoy pone el pie, estuvieron y están los gendarmes para todo. Desde las campañas de vacunación hasta los primeros auxilios y el traslado de cualquier poblador enfermo, pasando por todo tipo de ayuda a quienes se aventuren por cualquier paraje del país donde haya gendarmería cerca. 
¿Se pierde un grupo de andinistas? Allá van los gendarmes. ¿Queda algún caserío aislado en la nieve? ¿Quién, si no los gendarmes corren al rescate como rutina y sin que sean noticia en los medios? Eso ocurre ahora. Imaginemos lo que podría ser sesenta años atrás, casi al nacer esta institución. Habiendo intimado con ellos en mis andanzas de Geólogo, nunca me tocó ver algún gendarme malhumorado por tener que acudir en auxilio de nadie.
Por ejemplo recuerdo con admiración a un cabo de Gendarmería, el ''Chato'' Frías, hacia mediados de la década de 1.970, llegando al tranco de su montado cuando había algún mensaje urgente para nosotros, que estábamos haciendo reconocimientos geológicos en el ''Cajón del Rubio'', en las nacientes del río Cuevas, detrás del Aconcagua. Con un tiro al aire nos alertaba de su llegada y en el silencio imponente que seguía al último eco de su disparo, le contestábamos haciendo rodar alguna piedra cuesta abajo, para encontrarnos al rato en el valle. 
Quizá el ''Chato'' Frías, o algún otro gendarme que haya estado destacado en Punta de Vacas o en Las Cuevas, tengan el récord (anónimo) de ascensiones al Aconcagua, en su rutina de rescatar escaladores frustrados, o muertos en su intento. La última vez que supe de él, fue un verano que estando en Mendoza vi su foto en un diario, bajando del Aconcagua con la motocicleta de un extranjero que pretendió hacer cumbre en ella y ni pudo llegar a su meta, ni siquiera pudo regresar con su moto. 
Pero volviendo al tema, los gendarmes que en aquel entonces estaban destacados en ''El Huecú'', además de cumplir con su rutina también tenían tiempo para aburrirse y tiempo para inventar los modos de romper ese aburrimiento. El asunto era que se aproximaba un 25 de Mayo y no había miras de festejo o de diversión alguna. Ni siquiera había quien tuviese buenos caballos como para organizar aunque más no fuese una carrera que alegrase ese día tan especial. 
Hasta que pensando como festejar el día patrio, uno de los gendarmes propuso organizar una carrera de viejas y volcó toda su habilidad en ello. Sutilmente averiguó entre los pobladores, cuales viejas del lugar podrían tener alguna pica, algún resentimiento o asunto no arreglado entre ellas. En una población chica donde todo se sabe, con poco trabajo se rescató un viejo pleito no resuelto entre 'fulana' y 'mengana.' 
Enseguida comenzó una tarea delicadísima y encantadora, vista a la distancia en el tiempo, para incentivar a una contra la otra. Y con esa tarea, el pueblo se fue parcializando en dos bandos, cada uno encolumnado detrás de la vieja con la que tuviese más simpatía. Porque en esos pueblitos, además de no ser cosa fácil delimitar los parentescos perdidos en el tiempo, casi todos tienen algún grado de parentesco entre sí, a veces medio esfumado. Pero allí unen mucho los lazos de amistad y de simpatía. Entonces no faltó el gendarme que estando frente a 'fulana', habrá soltado al pasar, algo así como... 

- “...hoy la vi a 'mengana' arreglando el cerco. Que bien se conserva para su edad..!”  

De igual modo, el mismo o algún otro conjurado, estando delante de 'mengana' habrá dicho algo parecido, como... 

- “...esta tarde la vi a 'fulana', sola, subiendo al cerro a buscar los chivos. Parece un chico, de ágil..!” 

Al segundo o tercer comentario por el estilo, las dos viejas, inocentes de todo, ya echaban chispas. Y ante un nuevo comentario, 'fulana' no aguantó más y saltó...

- “Pero que va' hacer esa vieja bichoca!” 

- “No se si tan bichoca!” - habrá contestado el conjurado, quien enseguida pudo agregar...  

- “El otro día la vi correr de lo lindo para agarrar un gallo. No se si usted hubiera corrido tanto!” 

- “Que no vi' a correr yo? Por favor!” 

- “Y se animaría a correrle una carrera..?” 

- “...A esa? Claro, po! Mira que no me vi' animar! No se si no le doy ventaja! Mirá si no!”

Y al rato nomás, lo que son las casualidades, otro se cruzó con 'mengana', quien con los chismes también estaba 'a punto de caramelo', y como al pasar le tiró... 

- ”Recién me encontré con 'fulana'. Mire si será...! Dice que está más ágil que usted y que es capaz de correrle y ganarle una carrera dándole ventaja!” 

Para qué! No faltó más que poner fecha y hora (que por otra parte ya eran conocidas de antemano). Y el 25 de Mayo se juntó toda la gente del paraje en la calle principal, para ver a las dos viejas corriendo cincuenta metros, con todos los recaudos de una carrera de caballos, con cinta y rayero incluidos. Hasta hay quienes aseguran que cada bando se jugó su buena platita a “las patas” de alguna de las viejas. Pero para que la fiesta terminara en paz y pese a que una de las viejas había sacado ventaja bastante clara, el rayero cantó “puesta, no más!” Y su fallo fue inapelable, como debe ser!
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--- Contaba Mi Suegro

CONTABA MI SUEGRO
Al empezar estas historias, lo que primero me viene a la memoria es una vieja anécdota que contaba mi suegro, ocurrida en Las Lajas (provincia de Neuquén), donde se afincó por años luego de peregrinar como gendarme por parajes casi perdidos de la cordillera neuquina. Antes supo andar por El Huecú y por El Cholar y de allí se llevó “como recuerdo” a la que con el correr de los años pasó a ser mi suegra.
Mi suegro, quien tenía una agudeza especial para captar detalles de un instante como el de esta anécdota y una gracia especial para contarlos convertidos ya en jugosa historia, recordaba que un domingo a la tardecita estaba regando la huerta en su casita de Las Lajas, mientras los vecinos de una de las casas contiguas, bien criollos, indios(1) de la zona, estaban en la vereda tomando vino directamente del gollete de una damajuana. En eso pasó a caballo otro indio conocido, llamado Segundo Quilape. Este iba bien mamado, como corresponde en un domingo y ya medio tarde; pero en cuanto vio la damajuana pegó la vuelta y se les paró adelante.
Parece que allá es una cuestión de respeto y honor bajarse del caballo solo si a uno lo invitan a hacerlo. Pero los de la vereda no le daban charla ni lo invitaban a bajarse, porque eso automáticamente significaría menos vino para ellos. Y Quilape hacía caracolear el caballo delante de los otros y los otros ni lo miraban. Entonces mi suegro escuchó que Quilape, perdido por perdido, les gritó:

- “… Indios de mierda!!”

Gritó esto aparentemente con la intención de que dado el carácter de insulto de semejante frase, los otros lo invitasen a bajar a pelear. Y una vez en tierra, ya vería como se las arreglaría para recomponer la situación y prenderse a la damajuana. Pero los otros, nada; seguían inmutables. Quilape hizo amago de irse, aunque en otra caracoleada se les paró de nuevo enfrente y casi cayéndose del caballo, les espetó a dedo parado:

- “…y...y...no sirven ni pa’ una mierda!!”

Más vivos que Quilape, o a lo mejor menos en pedo, los otros seguían haciéndose los desentendidos sin darle pelota. Entonces Quilape, quemando su último cartucho para ver si le decían aunque más no fuese algo, se les volvió a parar adelante y medio atragantándose con las ”y”, les gritó:

- “...y...y...y...y…”

Pero no le salía nada, por más que estiraba las “…y…” en el aire, con los otros sin darle el menor pie para seguir. Hasta que al final terminó la frase de una forma que ya no tenía retorno, diciendo:


- “…y…y… me voy a la mierda!!”

Y con los otros cagándose de risa a carcajadas, Quilape se fue a todo galope, bamboleándose y sin caerse. Porque según mi suegro, es prácticamente imposible que un nativo de allá se caiga del caballo por estar mamado. Probablemente eso sea más virtud del caballo que del mamado; pues al menos en aquél entonces, los caballos de allá eran espectaculares por lo bien enseñados a andar de noche entre los cerros, regresando cada uno a su rancho sin que por el camino se les cayese su respectivo mamado.
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(1) Dicho esto con todo afecto, porque entre otras cosas, hace como 40 años que convivo con sangre de esa.