domingo, 3 de octubre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (19)

Peru Bolivian People -august 2006Image by ●•TorinoBikeFriend•● via Flickr
HISTORIAS DE PAPAS (19)
Vale recordar que no todas las papas que se comían en mi pueblo eran traídas desde Balcarce. Sin ir más lejos y en el ámbito doméstico, mi padre siempre hizo una huerta muy bien provista y entre otras cosas, en muchas oportunidades comimos papas producidas en ella. Además, en el ámbito vecinal siempre hubo quienes dedicaran su actividad a la producción de hortalizas para abastecer el consumo del pueblo. Por ejemplo ahora solo hay dos establecimientos horticultores principales. Uno es de un NIC (nacido y criado) local y otro es de un grupo de bolivianos imparables que comenzaron como empleados del NIC. Al año nomás, estos se independizaron y en poco tiempo ya tenían mucho más que este.
Pero durante mi niñez hubo varios “quinteros” en el pueblo. Uno de ellos, el gringo Masili, quedó grabado en mi recuerdo por tener su huerta, o “quinta”, en la manzana que estaba calle por medio con una casa que fue de mis padres y que habitamos alguna vez. Tanto la quinta del gringo como nuestra casa estaban “atrás de la vía”; como aún hoy se estila decir en los pueblos, significando con ello no solamente una posición geográfica. Porque decir “atrás de la vía” en los pueblos, llegó a tener un significado peyorativo quizá solo comparable al que tiene el término “villa” en Buenos Aires y en el conurbano bonaerense.
     
- “Es un villero!”, suelen decir en Buenos Aires cuando quieren menospreciar a alguien.

- “Es de atrás de la vía!”, se decía en los pueblos con idéntico sentido.

Esto ocurrió así en la mayoría, sino en todos los pueblos y ciudades de la provincia de Buenos Aires y también en la mayoría de los casos sigue ocurriendo. La causa hay que buscarla en el origen mismo de esas poblaciones, las cuales también en su gran mayoría surgieron como agrupación de pobladores de avanzada, al lado de las estaciones ferroviarias que fue necesario edificar a lo largo de las vías férreas.
También el tendido del ferrocarril condicionó la distancia existente entre pueblo y pueblo, que era lo mismo que decir entre estación y estación. Recordemos que al momento del surgimiento del ferrocarril en nuestro país, todo el transporte se hacía por tracción a sangre. Y en aquellos momentos se estimaba que los carros y chatas que transportaban la producción agropecuaria hasta la estación, tenían un radio diario de acción de muy poco más de 10 kilómetros. Es por esa causa y no por otra, que la distancia entre dos pueblos consecutivos oscila entre los 20 y los 25 kilómetros.
Al afincarse los primeros pobladores al lado de una nueva estación, lo hacían agrupándose a uno u otro lado de las vías, según fuese más ventajoso el terreno. De modo tal que cada núcleo urbano crecía sobre ese lado, con sus comercios, escuelas, iglesia, banco, oficina de correos y cualquier otra dependencia oficial, como municipalidad, en estados más avanzados de organización.
Por lógica consecuencia, los terrenos que iban quedando en ese lado de la vía, que sin dudarlo era el lado importante de la misma, se encarecían al mismo ritmo del crecimiento. Y cuando en el lugar aparecía gente humilde buscando trabajo y lo encontraba, los terrenos más accesibles por su precio estaban “al otro lado de la vía.” En consecuencia, “al otro lado de la vía” se iban edificando los caseríos más humildes, mientras los terrenos del lado inicial del pueblo eran paulatinamente edificados por la gente “pudiente”; o sea por los comerciantes exitosos, los profesionales y los propietarios de establecimientos rurales importantes.
El tema es que el gringo Masili tenía su huerta "al otro lado de la vía" y allí dejó la gran mayoría de las horas de su vida. Carpiendo, punteando a pala; a veces arando con el arado  de mansera, escardillando, sembrando, podando y en fin, ganándose la vida a pura sangre. Me acuerdo cómo de chico me asombraba verlos a él y a la gringa cuando trenzaban las ristras de ajos y cebollas, con los dedos torcidos como sarmientos de parra. O cuando hacían los prolijísimos ataditos de acelga, zanahorias, rabanitos y cuantas hortalizas pudiesen atarse con un hilo. Pero lo hacían atándolas con hojas de “paja vizcachera”, para lo cual siempre dejaban crecer  varias plantas a orillas de la huerta.
Cuentan que un día el gringo apareció rengo y así anduvo por mucho tiempo, auque siempre fue reacio a decir que le había pasado. Andando los meses, nadie sabe si porque el gringo le contó a alguno de su confianza, o porque fuese una infidencia de su mujer a alguna amistad íntima, se supo qué le había pasado. Aunque también cabe la posibilidad de que fuese un invento surgido de la frondosa imaginación de alguno del pueblo, puesto que acá el que no corre, vuela (...y de acá saldrán también unas cuantas narraciones.) Aunque el asunto tiene visos de ser real y como viene al caso, aquí lo cuento.
Parece ser que el gringo siempre dejaba la misma parcela de tierra su lote para sembrar papas. Probablemente lo hacía así porque en ese lugar la tierra fuese la más apta, ya que la papa crece mejor si la tierra es suelta, con poca o ninguna tendencia a compactarse. Para eso, los mejores terrenos son los arenosos. Pero como ocurre con cualquier cultivo, si se siembran repetidamente las mismas especies vegetales en el mismo terreno, se crean las condiciones favorables para la proliferación de plagas específicas que afecten severamente a ese cultivo.
En ese sentido el gringo estaba preocupado, porque muchas de las papas de sus últimas cosechas habían estado severamente atacadas por alguna plaga que las perforaba por todos lados, a veces hasta inutilizarlas. Un día estaba preparando el mismo lugar para volver a sembrar papas y andaba con la pala de punta dando vueltas la tierra en esa rutina de todos los días; quizá con la mente vaya a saber por donde. De repente, entre el último montoncito de tierra suelta que acababa de voltear a sus pies, vio moverse algo que lo retornó en un instante a su huerta y a sus papas.
Con la premura de no darle tiempo a lo que se movía para que disparase o se enterrase y sin pensar bien lo que hacía, cuentan que le sacudió con alma y vida un golpe con el filo de la pala, mientras le decía a la supuesta “plaga”:

- “Así que vos sos el que me come las papas..!?”
Fue lo último que dijo, antes de salir a los saltos para la casa con el dedo gordo del pie casi seccionado dentro de la alpargata!
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miércoles, 29 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (18)

Camión antiguoImage by LuisJouJR via Flickr
HISTORIAS DE PAPAS (18)
Cuando se me ocurrió escribir sobre el tema de las papas, no pensé que podría encontrar mucho material en mi memoria, pero cada dos o tres días me acuerdo de algo al respecto. Como salto mental lógico desde la papa “mágica”, la cual según algunos había sido la base de la fortuna de su dueño, me viene a la memoria otro hecho risueño también ocurrido en mi pueblo. Porque estas pequeñas historias de pueblos nutren nuestra cultura y en suma son parte de la historia de esta parte de la humanidad.
En mi pueblo hubo más de uno que vendía papas y uno de ellos era mayorista. Este señor, a quien llamaremos el “gallego” López, también tenía camiones, al igual que el gringo de nuestra historia anterior. Pero este vendía papas “de a bolsa”, por lo que de poco le hubiese servido la papa “mágica” para hacer dinero.
El gallego traía bolsas de papa con sus camiones, las acopiaba bajo techo en un tinglado que había en el patio de su casa y las distribuía a revendedores de la zona. Ocurrió que desde un tiempo en adelante comenzó a recibir quejas por la aparición de excesivas papas machucadas, lo cual no era normal dado que provenían del mismo lugar de siempre y eran tratadas igual que siempre.
El tema era raro y el gallego estaba preocupado. Porque de los españoles, o “gallegos” podrán decirse muchas cosas, pero respecto a su responsabilidad con la tarea comprometida, o con la palabra empeñada, “...ni esto!”
Cavilando sobre las posibles causas andaba el gallego un medio día, cuando desde una de las ventanas de la casa que daba hacia el patio trasero, observó un brillo fuerte que le llamó la atención. Aguzó los sentidos y vio que una vecina de la misma manzana, desde el fondo de su patio hacía señas con un espejito, reflejando los rayos del sol.
Algunos rayos le dieron directamente a el, encegueciéndolo momentáneamente, por lo que calculó que las señas venían hacia la casa de uno de sus vecinos contiguos. Y no le erró: casi de inmediato por sobre el corralón que cercaba su patio asomó la cabeza Hermelindo Guerra, vecino y muy amigo suyo. Hermelindo miró detenidamente en derredor sin darse cuenta de que el gallego lo observaba desde el interior de la casa. Creyendo que no lo veía nadie, saltó al patio del gallego, corrió hacia el tinglado, subió a la pila de bolsas de papa y desde allí saltó hacia la casa de la vecina que había hecho las señas con el espejito.
Así es que el gallego vino a enterarse de golpe de dos cosas: primero, que su amigo Hermelindo era “pata de lana”(1) y “gorreaba”(2) al vecino del fondo cuando este no estaba. Segundo, que Hermelindo era quien le machucaba las papas al pisar las bolsas.
El gallego pasó varios días vacilando y pensando como decirle a Hermelindo que no le pisara las papas. Hasta pensó poner una escalera para facilitarle la “tarea” al amigo y salvar sus papas. En eso estaba, hasta que acertó a contarle el hecho a otro amigo común y fue allí que decidieron jugarle una broma al pícaro.
Estudiaron mejor los movimientos de los amantes y vieron que en algunas oportunidades se encontraban al medio día y otras veces las papas eran pisoteadas al oscurecer. El gallego y su otro amigo tomaron varios cartuchos de escopeta calibre .16, los prepararon sacándole las municiones y los tacos y acordaron esperar a Hermelindo en el próximo atardecer amatorio.
Cuando Hermelindo hizo el viaje de ida, el gallego llamó a su amigo y este vino enseguida, apostándose ambos en el fondo del patio tras unos cajones y esperando el regreso de esta nueva versión de Casanova, manejada a espejo. Ni bien este, en la penumbra del atardecer avanzado, saltó del corralón a las bolsas de papa y de estas a tierra, le dispararon el primer tiro de fogueo.
Para quien no lo sepa, el estampido de un cartucho de escopeta sin munición, no se por qué, es mucho más fuerte que con munición. Por otra parte, el estampido de un escopetazo calibre .16 no es poca cosa y debe ser mucho más amedrentador si uno es sorprendido por el mismo, rebotando entre las cuatro paredes de un patio.
Dentro del susto, el “pisador de papas” (...y también “pisador de varillas”, como suele llamarse en la zona a los “pata de lana”) reaccionó bien, porque pensando que el disparo se lo había hecho el gallego al confundirlo con un ladrón, medio en sordina le gritó:
     
- “No tirés, gallego, que soy Hermelindo!”

A lo cual el gallego le respondió con tono amenazante, mientras le hacía otros dos disparos:
     
- “Ah! ¿Con que eres lindo…?!”

Hermelindo, que a esta altura de los hechos estaba congelado en su sitio, solo atinó a responder casi en un susurro:
     
- “No, gallego! Soy Guerra…!”

Y el gallego, estirando la broma hasta casi los límites del infarto, le gritó:
     
- “Que quieres guerra..? Pues la tendrás, coño!”, mientras le hacía dos disparos más.
Ni siquiera las carcajadas del cómplice del gallego hacían que Hermelindo recobrase sus movimientos. Pero dicen que cuando llegaron los primeros vecinos que acudieron al oír los disparos, entre ellos la señora de Hermelindo, los amigos ya habían ayudado a este a saltar el corralón hacia su casa. Aunque siempre les quedó la duda de como Hermelindo habrá explicado en su casa el estado de su ropa interior.
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(1) "Pata de lana" (y también "pata de bolsa") se llama a quienes tienen amoríos con mujeres casadas. El nombre deriva del hecho de que en algunos casos y para no dejar oir sus pisadas, se envuelven los pies en trapos, bolsas de arpillera, o directamente lana de ovejas.
(2) "gorrear" se utiliza en sentido de ser co-autor de la infidelidad de una persona casada. El término es muy rebuscado y provendría de que al cónyuge engañado se lo denomina "cornudo." De allí que en algunas ocasiones, al "cornudo" suelen hacerle la broma pesada de intentar colgarle una gorra en los "cuernos." De este hecho deriva el término "gorrear";  algo así como amagar, o amenazar con la gorra.
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domingo, 26 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (17)

Boiled Potatoes (Vitelotte) (shucked and not).Image via Wikipedia
Vitelotte
HISTORIAS DE PAPAS (17)
En este ir y venir por los caminos de la mente buscando recuerdos de historias vinculadas a las papas, en varias oportunidades se me presentó la imagen de una persona de mi pueblo. En principio no encontré vínculos entre esta y mi tema central. Los primeros recuerdos de ella me lo traían como un camionero. Durante mi adolescencia, este hombre tuvo una de las principales flotas de camiones de la zona. Pero allí se terminaban mis recuerdos respecto a este “gringo”, como solemos denominar en Argentina a los provenientes de Italia; pese a que en principio este término no fue acuñado en nuestro país, ni fue aplicado  los italianos, sino a los británicos.
Comenté el caso con un amigo del pueblo, quien está al tanto de mis andanzas literarias y de las otras, pues me extrañaba la aparición casi sistemática de la imagen de este gringo, cada vez que retomaba el hilo de las historias de papas.
     
- “La papa mágica de fulano!!”  - fue su exclamación espontánea, mencionando a esa persona y antes de reírse a carcajadas.

- “No conocés la historia?”, me preguntó enseguida.

Ante mi negativa, comenzó a narrarla. En realidad, si alguna vez tuve conocimiento de ella, probablemente no le di la trascendencia que debí darle para que se grabara en mi mente. Pero también es muy probable que en el subconsciente estuviese dando vueltas buscando aflorar. De una u otra forma lo hizo y aquí está.
El “gringo” fulano, a quien podríamos llamarlo Di Rocco, Di Marco, Di Fonzo, Di Francesco, Di Salvatore, Di Benedetto, Di Blasio,  cualquier otro apellido inconfundiblemente identificado con la península itálica, era uno de los tantos inmigrantes que en distintas oportunidades se afincaron en mi pueblo y trabajaron como el que más. Porque la gran mayoría de ellos, ya sea por su educación temprana o por las miserias padecidas en sus países de origen, tenían un apego al trabajo que a veces parecía enfermizo. Y muchos de ellos también tenían “algo más.”
Este gringo se estableció en mi pueblo con un pequeño comercio, mezcla de verdulería, frutería y forraje. A partir de la posguerra inmediata y al menos  durante una década, la Argentina pasó por una época económicamente buena. Y este gringo comenzó a prosperar, metiendo en su “boliche” horas, esfuerzo, alma y “algo más.”
Durante cualquier época económicamente estable como la que hablamos, comprar barato y vender caro ha sido la premisa general que permite evolucionar favorablemente en un comercio. Y si encima se tiene “algo más”, entonces la evolución puede ser notable. El “algo más” de nuestro gringo se había materializado en una papa común y corriente, aunque notablemente grande.
Muchos de sus amigos terminaron denominándola “la papa mágica”, mientras otros la llamaron “la papa de la fortuna.” Inclusive no faltaron unos cuantos maliciosos que no dudaban en asegurar que sin esa papa, el gringo no hubiese podido comprar todos los camiones que ya tenía durante mi adolescencia.
Y dónde radicaba la “magia” de esa papa?  Muy sencillo, para quienes como nuestro gringo, tienen ese “algo más.” El lugar de esa gran papa, la que en realidad no era única, sino que iba siendo remplazada cuando su estado de deterioro así lo requería, era un estante bajo el mostrador, al lado de la balanza en la cual se pesaban todas las mercaderías vendidas al menudeo.
Cada vez que alguien compraba unos kilos de papas, el gringo las pesaba en la consabida balanza. Quien esté práctico en estos menesteres, difícilmente equivoque el peso por más de cien o doscientos gramos y allí estaba el “algo más” de este hombre, preparando el terreno para que la papa “mágica” entrase en acción.
Cualquiera fuese la cantidad de papas que le pidiesen, ya fuesen uno, dos, tres o cinco kilos, el gringo tenía buen cuidado de poner en la balanza algún centenar de gramos menos del peso requerido. Quien esté habituado a las compras de la casa, probablemente ya se haya dado cuenta cómo se estila pesar las papas en una verdulería de barrio donde estas no se venden en bolsitas previamente pesadas, como se hace en los grandes mercados. El verdulero pone una cantidad en la balanza y si el peso es mayor al requerido saca una y viceversa.
En el caso de nuestro gringo siempre era “viceversa.” O sea que siempre faltaba algo para llegar al kilaje solicitado por el comprador. Entonces y en una hábil maniobra, el gringo tomaba su papa “mágica” y la ponía en la balanza como para completar el peso justo, aunque a sabiendas de que el mismo superaría ampliamente lo solicitado.
Entonces manifestaba expresamente haberse excedido y una vez que el comprador verificaba el exceso de peso, en otra maniobra aún más hábil y rápida sacaba la papa “mágica” de la balanza, la reemplazaba por otra muy pequeñita que ni por asomo compensaba el peso faltante y sin dejar que la balanza se estabilizara, entregaba la mercadería al comprador. A todo esto y dada la celeridad de toda la maniobra distractiva, este último aún conservaba en sus retinas y en su mente, el exceso de peso logrado con la papa “mágica”, por lo cual pagaba y se iba tranquilamente.
Mientras los más benévolos aseguraban no menos de doscientos gramos de ganancia extra en cada venta de papas, otros, quizá exagerando, llegaban a mencionar hasta cuatrocientos gramos por venta. De resultas de esto, por ejemplo, una bolsa de papas de cuarenta kilogramos fraccionada en veinte ventas de dos kilos cada una, se convertía en una bolsa “virtual” de cuarenta y cuatro a cuarenta y ocho kilos. O sea que nuestro gringo obtenía entre un diez y un veinte por ciento de ganancia extra por la venta de papas al menudeo, gracias a su "papa mágica” (...y a su “...algo más!”)

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viernes, 24 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (16)

Potatoes grown in DiengImage via Wikipedia
Desde América a China
HISTORIAS DE PAPAS (16)
Y la introducción del cuento previo, viene a propósito para la anécdota de un camionero que durante la temporada de cosecha de papas en Balcarce, debía pasar con mucha frecuencia por un puesto de la policía caminera, llevando su carga de papas hacia algún otro punto de la provincia. Al pasar por allí la primera vez de la temporada, en la caminera lo pararon como era de rigor y sin muchos preámbulos le dijeron que tenía que dejar dos o tres bolsas de papa.

Resignado y sabedor de cómo son esas cosas, el camionero se dispuso a bajar las bolsas, pero el policía le dijo:
     
- “Nó! Pará! ¿Estás loco? ¿Cómo las vas a bajar aquí? Seguí hasta la primera salida a la derecha, hacé un par de cuadras y en la esquina hay un boliche. Bajalas ahí!”

Al ir llegando el camionero al lugar indicado, vio que afuera del boliche había una pila como de veinte o treinta bolsas de papa nueva. Como eran muchos los camiones que esos días estaban fleteando papa y pasaban por esa caminera, este intuyó que todas esas bolsas serían la coima del día y se le prendió la lamparita. Bajó en el boliche, desde donde al ver el camión ya salía una persona a recibirlo, a la cual le dijo muy seguro:
     
- “Me mandan los milicos de la caminera a buscar las papas.”
Lo dijo tan convencido, que el mismo bolichero le ayudó a cargar las bolsas al camión, porque no le había errado: eran papas coimeadas esa mañana. Luego de ello se fue sus papas y con las papas “rescatadas”. Obviamente, por mucho tiempo trató de no pasar frente a ese puesto caminero. O sea que podríamos concluir con aquél viejo y famoso dicho popular que reza:
     
- “Vaya un pollo por tantas gallinas!”
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lunes, 20 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (15)

Trucks in Spain. Most Volvos, some Scanias and...Image via Wikipedia
HISTORIA DE PAPAS (15)
Retorno desde las papas de Idaho a las papas de la provincia de Buenos Aires, con el recuerdo de una anécdota que circuló tiempo atrás entre los camioneros conocidos. Los camioneros de Argentina, entre otras molestias tales como las rutas inadecuadas para el porte y la potencia de los camiones actuales y el tránsito cada vez más congestionado por lo inadecuado de las rutas y por los tipos que comprándose un auto en cuotas, se suben sin saber las normas de tránsito elementales y solo saben ir “para adelante”, también deben bancarse algunas de las “camineras.”
Los puestos de la policía caminera de algunas partes del país, suelen ser un escollo difícil de superar para el camionero novel, o para aquél que cree llevar todo en regla y se pone duro. Porque es tal el hábito de pedir algo, que si un camionero principiante esgrime sus derechos, seguramente le buscarán la pata a la sota para joderlo de algún modo. Pero los conocedores, los que llevan mucho tiempo en "la huella", saben con qué bueyes aran y los tratan en consecuencia. No se crean que disponen de sumas importantes para sortear la dificultad. Para nada! Disponen de la astucia y del conocimiento básico de la sicología de quien tienen enfrente para lidiar.
Recuerdo una oportunidad en la que viajaba a mi pueblo desde Buenos Aires, aprovechando la bonhomía de un amigo que manejaba el camión de una empresa de allá. Salimos de Buenos Aires ya de noche y en una de las habituales paradas a controlar los neumáticos, este amigo se bajó con el palo de pegarle a las cubiertas para ver si estaban bien infladas y con una linterna. La linterna encendió pobremente un instante y enseguida su luz claudicó, agotadas las pilas.
Mientras seguía su ritual de tantear los neumáticos con el palo, este amigo me indicó donde tenía pilas nuevas para que yo hiciese el favor de cambiarlas. Al regresar el a la cabina, me preguntó por las pilas viejas, se las alcancé y mientras las ponía a mano sobre el panel de instrumentos, me dijo:

- “Con estas arreglo a los milicos de la caminera.”

- “Vos estás loco! Cómo le vas a dar esas pilas agotadas?”

- “No te hagás problema. Viniendo de arriba, estos agarran hasta granizo!”, recuerdo que me respondió.

Y efectivamente, al llegar a un puesto de la policía caminera, ni siquiera hizo falta bajarse del camión. Un policía se asomó por la ventanilla, saludó y mi amigo le dijo algo así como:

- “Te traje algo. Mirá! Con estas pilas tenés para escuchar la radio una semana, por lo menos!” y se las alcanzó.

Para mi asombro y corroborando la experiencia de mi amigo, agradeció el tipo, saludó y nosotros seguimos viaje lo más campantes. Entonces le dije:
     
- “A la vuelta estos te van a hacer la vida imposible!”, a lo que el me respondió:

- “¿Sabés las basuras que les doy en cada pasada? Estos, con tal de agarrar, manotean cualquier cosa y en el montón del día no tienen ni idea de quien les dio tanta porquería!”

Y este tema de las "camineras" me da pie para vincular las camineras a las historias de papas, como veremos en la entrada próxima.
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domingo, 19 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (14)

Idaho's State SealImage via Wikipedia
HISTORIAS DE PAPAS (14)
Hay otra historia mucho más reciente y también vinculada a las papas, la cual circuló por Internet poco después del desgraciado 11 de Septiembre del 2.001 y obviamente, se desarrolla en “el  gran país del norte.” Esta historia daba cuenta de los pesares de Ibrahim, viejo árabe que desde hacía 40 años vivía en el estado de Idaho, en U.S.A., donde las plantaciones de papas son importantes.
Como no podía ser de otro modo, este anciano estaba habituado a plantar papas en su granja. Pero a su edad, preparar la tierra para ello ya se tornaba un trabajo muy pesado. Entonces su único hijo, Alí, quien estaba estudiando en una universidad de Europa, recibió el siguiente mail de su padre:
     
- “Querido Alí, me siento mal porque ya no voy a poder plantar papas este año en nuestra granja, como siempre lo hice. Estoy muy viejo para roturar la tierra. Si estuvieras aquí, todos mis problemas desaparecerían. Sé que tú lo harías para mí. Te quiere mucho, papá Ibrahim.”
     
A las pocas horas el anciano recibió el siguiente mail de su hijo:
     
- “Querido Ibrahim, por Alá y por todo lo que más quieras, no des vuelta la tierra de la granja! Allí es donde tengo escondido “aquello.” Te quiere, Alí.”
     
A las 4 a.m. de la siguiente mañana, en la granja irrumpieron agentes de la policía del condado, del FBI, de la CIA y representantes del Pentágono, con una parafernalia de máquinas de todo tipo. En poco tiempo dieron vuelta toda la tierra hasta una profundidad importante, buscando materiales para construir armas de destrucción masiva, depósitos de ántrax, Uranio enriquecido, Plutonio y todo lo que su floreciente imaginación les dictaba en ese momento. Luego de mucho trabajo no encontraron nada y se fueron.
     
Ese mismo día, el anciano recibió otro mail de su hijo, quien le decía:
     
- “Querido Ibrahim, seguramente los agentes del gobierno habrán dejado la tierra de la granja como para plantar las papas. Fue lo más práctico que pude hacer, dadas las circunstancias. Te quiere, Alí.”
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jueves, 16 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (13)

Papas coloradas Solanum tuberosum andigena can...Image via Wikipedia
HISTORIAS DE PAPAS (13)
Ese día en que la llegada de papas nuevas a la barraca había sido particularmente abundante, con Oscar y los demás llevábamos varias horas al trote desde el portón hasta las estibas, las que iban creciendo desde el fondo del galpón hacia frente. El único aliciente que esto nos daba, era el de tener la certeza de que cuanto más cansados estuviésemos, las estibas iban a estar más cerca del portón. Pero nada más, porque el ritmo del trote desde el camión a la estiba y desde la estiba al camión, aunque no estuviese marcado por el tambor que animaba a los antiguos galeotes, no variaba en lo más mínimo.
En esa rutina estábamos, siempre tratando de inventar alguna chanza verbal que nos animase mutuamente entre quienes de ida y vuelta nos íbamos cruzando por el camino, del mismo modo en que las hormigas se frotan las antenas al cruzarse en sus senderos. Y entonces, cuando en una de esas trotaba “vacío” hacia el camión con Oscar pisándome los talones, al cruzarnos con “dos pollos”, quien como nosotros estaba cubierto de barro y venía doblado bajo el peso de una bolsa particularmente grande, por decir algo Oscar me gritó:
     
-  “...Che petizo, qué habrá adentro de estas bolsas..?”
     
Y “dos pollos”, escuchándolo sin que las escasas sinapsis de sus pocas neuronas pudiesen discernir la broma, detuvo su trote, se dio vuelta hacia nosotros que ya estábamos llegando al camión y como si hiciese falta aclararlo, gritó con la voz apretada por el esfuerzo y el cansancio:
     
- “Papa..! Qué va´ haber..!?”

Sin haberlo visto, podría jurar que hasta el viejo Marcos soltó la risa.

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martes, 14 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (12)

Tour de Bretagne 2006, Camion Ancien un ScaniaImage by BreesyBreizh via Flickr
Viejo Camión Scania
HISTORIAS DE PAPAS (12)
En el hilván de recuerdos de esta índole, rememoro especialmente una mañana en la cual a la pensión habían pedido changarines para la barraca. Allá fuimos Oscar y yo, sin saber qué nos tocaría hacer. Oscar era un tipo macanudo, fuera de serie, buen estudiante, quien hizo su carrera realizando trabajos pesados como estos. Además tenía un fino sentido del humor y eso vale tanto en su recuerdo, como lo que valía para alentarnos durante esas interminables horas de esfuerzo continuo. Al dar vuelta la esquina nomás, vimos que el día no sería fácil. Varios Scania 75 (el camión más grande de aquélla época) con sus respectivos acoplados de tres ejes, aguardaban estacionados sobre Lavalle con su cargamento de papas. Ya adentro, nos enteramos que durante el día llegarían otros camiones más desde Balcarce. Enseguida, mientras nos colocábamos sobre la cabeza y los hombros una improvisada capa hecha con una bolsa vacía, atracó el primer camión al portón del galpón, alguno del grupo se subió a alcanzar bolsas y comenzamos la jornada.
Me acuerdo que entre el personal “casi estable” de la barraca había uno de apellido Serón que había boxeado en el Salón de los Deportes, a no más de dos cuadras de allí, sobre la calle Soler. Serón, quien nunca había sido un estilista ni mucho menos, sino apenas un tipo con mucha voluntad y mucha resistencia física, era llamado a pelear cada vez que hacía falta un relleno, o alguien que no tuviese miedo de enfrentar a algún púgil en ascenso a cuyo curriculum había que sumarle victorias fáciles para alentar el futuro del “business.”
Al igual que nosotros cuando nos llamaban desde la barraca, a Serón lo llamaban desde el Salón de los Deportes cuando la cosa no iba a ser fácil. Y su cara deformada, era un elocuente muestrario de los sopapos que había aguantado por el precio equivalente de “dos tortas negras.” También ese día había sido convocado a la changa un muchachito cuyo nombre no recuerdo, muy voluntario pero bastante falto de neuronas, medio tontón y a quien apodaban “dos pollos”, porque era el equivalente de “medio pavo.”
El asunto es que cuando terminábamos de descargar un chasis, descansábamos apenas los treinta o cuarenta segundos que tardaba el chofer en correr el equipo hasta que la puerta del acoplado enfrentase la puerta del galpón ...y a meterle otra vez a las papas! La descargada de bolsas de papa no se sufría por el peso, ya que en el peor de los casos estas no superaban los cuarenta kilos, contra los sesenta o más que en su época pesaban las bolsas de maíz o los incalculables kilos de las de avena, cuando estas eran bolsas que habían sido usadas varias veces y estaban muy estiradas.
Pero hombrear bolsas de papa tenía dos molestias fundamentales. La primera era que casi siempre todo el peso de la bolsa se apoyaba en el hombro sobre una o dos papas solamente y en el ritmo del trabajo no se podía perder tiempo acomodándola. Menos aún bajo el ojo atento y siempre serio del viejo Marcos. La otra molestia, la más brava para mi gusto de persona “transpiradora”, era que una parte importante de la tierra suelta que inevitablemente caía de las bolsas, nos iba cubriendo de la cabeza a los pies y se iba haciendo un barro pegajoso al humedecerse con la transpiración que a los pocos minutos de trabajo nos empezaba a bañar, aún en invierno.
Y ese barro iba deslizándose mansamente hacia abajo al ritmo de nuestros músculos, metiéndose implacable en todos los pliegues imaginables de nuestros cuerpos. Recuerdo que al regresar a la pensión y mirarme al espejo luego de alguna de estas “jornadas de papa al hombro”, solo veía mis ojos y mis dientes blanqueando tras un fondo oscuro, como si me hubiese tiznado la cara con un corcho al mejor estilo de Al Johnson.

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--- HISTORIAS DE PAPAS (11)

Coat of Arms, City of Bahía BlancaImage via Wikipedia
Escudo de Bahía Blanca
HISTORIAS DE PAPAS (11)
Entre estas elucubraciones acerca de las papas, me viene a la memoria un recuerdo de mi primera juventud, cuando estudiaba Geología en la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca y vivía en la que en aquél entonces era la famosa pensión “El Gaucho”. Esta se ubicaba en una gran casa antigua de la calle Dorrego, en el número 378. Casi donde esta calle, por ironía del destino y quien sabe por qué criterio de quienes bautizaron las calles de esa ciudad, se cruza con la calle Lavalle.
Dorrego y Lavalle se encuentran todos los días en esa esquina, quizá rememorando el trágico y descabellado encuentro de ambos en aquel fatídico 13 de Diciembre de 1.828, cuando se comenzó a teñir con sangre de verdaderos hermanos la historia de los argentinos. Lavalle, el mismo héroe indudable del Ejército de los Andes como fue su fama, aunque siempre corto de entendederas, como también fue su fama, circunstancialmente tuvo el poder del país por poco tiempo.
Pero estaba tan enceguecido por el sutil “meloneo” de los “casacas negras”, como el mismo Lavalle denominó veinte años después a los unitarios leguleyos que interesadamente lo usaron, haciéndole gastar su heroica vida luchando contra la verdadera argentinidad. De ese modo y entre otras cosas en virtud de una pérfida carta escrita por Salvador María del Carril a propósito de la detención de Dorrego, hasta ese momento Gobernador de Buenos Aires, ordenó el fusilamiento de este pasando a simbolizar hasta hoy los desencuentros internos que signaron a la Argentina desde entonces.
En esa pensión nos mezclábamos conviviendo estudiantes pobres, artesanos de oficios diversos y jornaleros sin oficio. Entre estos últimos había varios que se ganaban la vida changueando en el puerto y en las barracas de la zona. Porque en la vecindad de esa pensión que hoy puede decirse que está casi en pleno centro bahiense, en aquél entonces había algunas barracas de forrajes y acopiadoras de granos; la barraca de Segatori era una de ellas y la de Marcos Raijer era otra; las que no se si siguen estando allí. Ambas tenían algún número de obreros casi permanentes, pero el circunstancial mayor movimiento de mercadería en ellas durante algunas ocasiones especiales, hacía que tuvieran que recurrir al empleo de changarines por uno o dos días. Y allí íbamos nosotros, los estudiantes pobres.
Adonde yo habitualmente concurría, era a la barraca de Marcos Raijer, ubicada sobre Lavalle, apenas a media cuadra de la pensión y a media cuadra de la asociación vasca, donde de noche cantaba en su coro. Como el viejo Marcos se dedicaba a negocios con forraje y papas, a veces solían llegar juntos muchos camiones cargados de avena, maíz o papas y había que descargarlos en el mismo día. Entonces alguno de los jornaleros que vivían en la pensión, venía a buscarnos para que ese día nos ganásemos "la changa."
Sabíamos que esos eran días especiales, de “garrón acalambrado”, como solíamos decir. Porque la urgencia de los camioneros forasteros para descargar e irse, nos impedía parar al medio día y algunas veces solíamos estar desde muy temprano a la mañana hasta pasadas las nueve de la noche, trotando bajo el peso de las bolsas, muchas veces con las piernas al borde de la desesperación. Pocas veces el trabajo era mucho más liviano y ello solo ocurría cuando el viejo Marcos no había podido vender todas las papas a tiempo.  Entonces había que vaciar las bolsas en el piso del galpón y clasificar las papas, para computar la merma por deshidratación y pudrición.
Entonces se sacaban las papas podridas, las que dicho sea de paso dejaban en las manos y en lo profundo del olfato, un olor nauseabundo que tardaba varios días en desaparecer (porque en esa época, trabajar con guantes no se veía ni en las películas). Se llenaban y pesaban las bolsas para computar la merma. Merma que luego sería cargada al precio de la papa, el cual crecía en la misma medida en que iba desapareciendo del mercado la papa nueva. Luego las bolsas se estibaban nuevamente. Pero en estos casos, salvo la mirada imperturbable y siempre seria del viejo Marcos, no nos corría nadie.
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domingo, 12 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (10)

Bottles of Monte Xanic wineImage via Wikipedia
HISTORIAS DE PAPAS (10)
Y entre vino y vino se sirvió un par de platos más, porque su hambre histórica se imponía por sobre todo. Mientras tanto el vino comenzaba a hacer su efecto y la desinhibición empezó a soltarle más y más la lengua; inclusive llegó al punto de acordarse el mismo del malogrado asunto de la papa del medio día, el que hasta un rato antes le hacía cosquillas feas en la panza al recordarlo. Fue entonces cuando el mismo criollo que al medio día le había alcanzado el jarro de agua fresca, pidió a sus compañeros que no le diesen más vino. Pero ya era tarde.
Este criollo salió con el para acompañarlo hasta su pieza, porque se dio cuenta de que el solito no podría llegar hasta ella. Y al ver que el mareo del muchachito ya había alcanzado la dimensión de una descompostura machaza, lo llevó del brazo hasta el monte de eucalyptus que había detrás de las piezas, recomendándole:
     
- “Haga un esfuerzo y largue todo, amigo, así se va a sentir mejor!”

No hizo falta que el hombre le repitiese el consejo, porque ni bien se apoyó en un árbol y se inclinó, aspiró fuerte y todo el revoltijo que sentía en el estómago le empezó a subir y a salir casi solo, mientras su cabeza parecía darle vueltas en un remolino indetenible. Pero en medio de la borrachera, la primera de su vida, por instantes se mezclaba un chispazo de lucidez, recordándole que lo que le había hecho mal era el vino y no las papas al horno. Cómo le iban a hacer mal esas papas?  Si no fuse por el vino que había tomado, esas papas estaban por permitirle acostarse con la panza bien llena, quizá también por primera vez en su vida!
Sería entonces por eso, que al otro día el criollo que lo había acompañado a la arboleda a la noche, juraba que entre regurgitación y regurgitación, el muchachito había repetido como en un lamento:
     
- “...las papas nooo! ...las papas nooo!”
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sábado, 11 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (9)

TeroImage by blfotografia via Flickr
HISTORIAS DE PAPAS (9)
Pasado el apuro de la papa caliente, nuestro muchachito inició la tarde entre las bromas de los
peones con los que se cruzó en sus tareas, quienes enseguida habían incorporado la anécdota de la papa al acervo de las historias simples con las que alegraban sus eglógicas vidas. A media tarde el patrón apareció de nuevo, salió en el auto a recorrer los potreros de los novillos y lo llevó para abrir las tranqueras.
Seguro que el patrón no sabía nada lo de la papa, porque no le hizo ninguna broma y ni siquiera le mencionó el tema. Era bueno el patrón, quien trató de enseñarle a encontrar nidos de tero. Mientras un cazal de teros revoloteaba sobre el auto, le indicó que fuese hasta un lugar próximo, entre un cardo y una bosta de vaca, donde seguramente estaba el nido. Caminó hacia el lugar, pero el feroz ataque de los teros, como si fuesen pequeños bombarderos en picada, le hizo regresar al auto perdiendo una alpargata de puro apurado y asustado. Entre las risas del patrón se arrimaron en el auto; primero a buscar la alpargata y luego hasta el lugar indicado, donde estaba nomás el nido. Un pequeño y simple hoyo en el suelo, con dos huevos bien cónicos, de color verde “yerba” salpicados de oscuro.
Al caer la tarde no daba más de cansancio. Ya oscureciendo se arrimó otra vez a la matera, donde la charla obligada fue el tema de la bendita papa del medio día y la aventura de los teros, que el patrón había comentado "como al pasar", con uno de los mensuales.Todavía no alcanzaba a comprender si las cargadas de los otros le desagradaban o le gustaban, cuando el recuerdo de una tarea pendiente le permitió zafar elegantemente del centro de la atención. 

- “Tengo que ir al molino a buscar el agua!”, dijo. Y salió corriendo hacia la cocina para agarrar el balde, mientras alcanzó a escuchar que uno de los paisanos le gritaba: 

- “Tené cuidado con los teros!”

Regresó al comedor más tranquilo que al medio día. Asimiló alguna cargada más y comenzó a comer un asado al horno con papas como nunca había probado en su vida. Promediando su primer plato, no faltó el compañero que medio por broma, de su botella le sirvió un poco de vino. Nunca en sus poco más de doce años había tomado vino y no sabía que hacer. Su fuero de niño aún, le decía que no tomara. De golpe le volvían a la cabeza las recomendaciones de su madre y sin encontrar en ellas alguna palabra al respecto, escuchó la voz de quien le había convidado, que le decía: 

- “Tome, amigo, hágase hombre!”
     
Y el quería hacerse hombre! Cómo no iba a querer ser uno más, entre tantos compañeros! ¿Acaso todo lo que había hecho durante el día, salvo disparar asustado de los teros, no habían sido “cosas de hombre”? Claro que sí! Y si los hombres tomaban vino con las comidas, entonces el también podía tomar, qué embromar! Y tomó. Vaya si tomó! Porque al primer medio vaso siguió otro medio, servido por otro criollo que no quiso ser menos y así su vaso no alcanzó a estar vacío por un buen rato. --- Continúa...
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viernes, 10 de septiembre de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (8)

Olla de papas cocidasImage via Wikipedia
HISTORIAS DE PAPAS (8)
Lleno ya el balde de agua en el molino, escuchó los tañidos de la campana de la cocina y corrió hacia el comedor llegando con las alpargatas mojadas por las salpicaduras. Justo en ese momento la cocinera traía a la mesa un estofado de carne y papas recién retirado del fuego y al ver la olla se desesperó.
Nunca en su vida de muy pobre recordaba haberse llenado en serio comiendo. Y al ir a sentarse en el lugar vacío que justo quedaba frente a la olla destapada, no aguantó más, manoteó una papa y se la metió en la boca. Todo ocurrió en un instante: manotear la papa hirviendo, morderla, escupirla desesperado por la quemadura, caer esta de nuevo en la olla y ser fulminado por la mirada de los demás comensales.
Esas miradas le hacían retroceder a sus temores iniciales, muy temprano a la mañana, cuando recién había llegado al campo. De golpe se sintió aún más niño y más solo que entonces, mientras un “abatatamiento” enorme y muy feo le subía desde lo más profundo y lo dejaba mudo y paralizado.
Quiso disparar hacia afuera y no pudo mover las piernas. Quiso llorar y tampoco pudo. La quemadura le hacía abrir la boca, pero no tenía palabras. Mientras tanto y por suerte, un criollo buenazo le alcanzaba un jarro de agua fresca.
Después de tomar unos tragos, el dolor inicial aflojó, le volvió el alma al cuerpo y la voz le brotó de nuevo, aunque todavía desvinculada de la razón. Porque como para romper el silencio que aún campeaba en el comedor, miró en derredor y señalando la olla, dijo sonriendo a sus compañeros de mesa:
- “Adivinen cuál es..!”
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lunes, 6 de septiembre de 2010

--- HISTORIA DE PAPAS (7)

molino de vientoImage via Wikipedia
HISTORIAS DE PAPAS (7)
Regreso al muchachito de esta historia. Este llegó al campo temprano en el auto del patrón, quien lo trajo desde el pueblo. No conocía a nadie y se sintió muy solo por primera vez en su corta vida. Sus hermanos y sus amigos estaban lejos. Su padre estaba trabajando en otro campo que vaya a saber donde quedaba. Solo seguía a su lado el cálido recuerdo de las palabras de su madre, recomendándole:
     
- “…portate bien y hacé caso!”
     
Esa primera mañana hizo de todo, a medida que le fueron enseñando. Llevó las vacas lecheras hasta el potrero después de ser ordeñadas, conociendo con dolor lo que eran los “abrepuños” cuando sus espinas le bandearon las alpargatas y le sacaron sangre, metiéndose casi hasta el hueso en ese dedo gordo que hasta el momento pisaba descuidado. Luego de acarrear leña para la cocina económica Istilart, acompañó a la cocinera hasta un cuarto sombreado y bien ventilado, la carnicería de la estancia, donde todos los días tempranito, el mismo peón que ordeñaba las vacas, carneaba uno o dos capones ovinos para el consumo diario y los colgaba allí.
Ayudó a la cocinera a llevar la carne cortada hasta la cocina y así fue pasando su primera mañana sin cansarse, porque a una novedad seguía otra y otra. Hasta le habían dejado montar un ratito el tordillo de la cabaña, manso y buenazo, mientras este tiraba a la cincha un carro de pértigo cargado de plantas de maíz recién guadañadas, para darles verdeo a los carneros de pedigrée a galpón. Cada peón que lo cruzó en alguna parte le dijo algo amable o gracioso, lo que lo hizo sentir menos solo. Así, la angustia de la primera hora comenzaba dar lugar a un sentimiento placentero que ya casi lo hacía sentirse de allí, “de las casas.”
Poco antes del medio día, alguno de los tantos peones lo rumbeó con el hacia la matera, donde todos se juntaban esperando los campanazos con los que la cocinera partía el día en dos, llamándolos a almorzar. Al ir al comedor con todos, se enteró de golpe de otra de sus tareas:
     
- “Dónde te habías metido? Le preguntó la cocinera entre apurones (…porque en el mundo no hay nadie más apurado que una cocinera, unos minutos antes del medio día!), mientras le alcanzaba un balde de hierro galvanizado de diez litros.

- “Dale, andá hasta el molino y traélo lleno de agua fresca!” le dijo amable, pero con firmeza.

El molino quedaba a unos cincuenta metros de la cocina, al lado de la carnicería. De su canilla no salía agua. Al ver que la rueda estaba inmóvil pese a que había viento, enseguida entendió que el molino estaba cerrado (…que así se dice en el campo cuando los molinos están frenados). Tardó un poco en encontrar la palanca de madera que accionaba el freno y el aro metálico que la trababa. Hizo deslizar fácilmente el aro hacia abajo y tuvo suerte de no haberse parado delante de la palanca. Porque libre esta, al girar de golpe el molino para orientarse según el viento, la palanca saltó violentamente hacia adelante. Llenó el balde y dejó el molino "abierto", porque sus fuerzas no le daban para bajar de nuevo la palanca del freno.

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lunes, 30 de agosto de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (6)

Television with Antenna
Viejo TV blanco y negro

HISTORIAS DE PAPAS (6)
En mérito a las bondades reales e imaginarias de las papas, sobre las que hemos comentado en cinco entradas previas, en algún momento la “sabiduría popular” de los argentinos, asignó propiedades electrónicas para las papas. Quien haya crecido con el desarrollo de la televisión en blanco y negro en nuestro país, podrá recordar que esos televisores solían venir provistos de fábrica con una pequeña antena muy simple que servía par captar emisoras locales y que constaba de una base pesada y un par de antenitas metálicas cruzadas sobre la misma. Esta se colocaba sobre el televisor y debía ir orientándose hasta que la imagen aparecía más o menos entendible.
Cuando esas antenas se rompían, o desaparecían, o simplemente caían en la desgracia de que la captación de la señal disminuía, por cualquier causa, comúnmente eran reemplazadas por un par de agujas metálicas de tejer lana, atravesadas pinchando una papa que se ponía arriba del televisor, se conectaba a la entrada de la antena y reemplazaba a la original. La papa simplemente oficiaba de base pesada para sostener las agujas, pero yo he escuchado a más de uno que insistía en que la papa era la que captaba la emisión. Si eso no es tenerle fe a las papas, que es...!?
Finalmente acotemos que las papas han dado lugar a otros hechos, algunos también risueños y otros no tanto, de los cuales han surgido muchos cuentos historiados como los que seguirán en las próximas entradas. A propósito, contaba mi hermano la historia de un muchachito de familia muy pobre que había sido llevado a un establecimiento rural de la zona de nuestro pueblo, para ayudar “en lo que pudiese.” Quien conozca la situación actual del campo bonaerense ya habrá caído en la cuenta de que esto tuvo que ocurrir varias décadas atrás, porque al decir de los viejos:
     
- “...el campo ya no es como antes..!”
     
Ahora son contadísimos los establecimientos rurales que tienen personal viviendo en ellos. El despoblamiento del campo argentino ha llegado a extremos tales, que no son raros los casos en que llegado el medio día, los propietarios llevan a sus empleados a comer al pueblo, a sus respectivas casas, regresándolos a la tarde y ahorrándose el darles la comida y el sueldo de un cocinero.
El avance tecnológico también contribuyó en gran medida al despoblamiento rural. La incorporación de tecnología comenzó y se sigue haciendo como quien dice “a la bartola.”  Solo se hace en función de los intereses, creencias o intenciones de los agricultores, pero sin ninguna política agrícola y  ganadera oficial. Política que entre otras cosas, contemple  una adecuada orientación para la mano de obra desocupada del campo hacia nuevas actividades productivas.
De ese modo, los ex peones de campo han ido amontonándose durante décadas en la periferia de los pueblos rurales. Quizá primero motivaron alguna ayuda genuina por parte de los gobernantes de cualquier signo político. Pero enseguida y también de todos los signos políticos, surgieron los “pícaros” que comenzaron a manejar esa ayuda a favor de  sus campañas electoralistas. Así se inició el asunto con las cajas “PAN”, allá por 1.983. Luego aparecieron los planes eufemísticamente llamados “Trabajar” (¿?); después los planes “Jefes de Hogar.” Y así estamos, quedando muy en claro a quien debe pasarse la boleta por la desculturización y automática "Tinellización" de gran parte de la población argentina.
Queda también claro entonces que la historia que contaré enseguida, proviene de otra época. De aquella en la cual dos mil hectáreas de campo daban empleo directo por lo menos a diez o quince familias y aún a muchas más en temporada de cosecha. Dicho esto sin nostalgia por aquellos tiempos, pero si con bronca por la incapacidad y la desidia de quienes se sucedieron en el el gobierno del país.
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jueves, 26 de agosto de 2010

--- HISTORIA DE PAPAS (5)

HISTORIA DE PAPAS (5)
Tango ShowImage via WikipediaAdemás de lo ya visto, con el transcurrir del tiempo y en honor a sus méritos, “papa” también pasó a ser sinónimo de cosa buena en todo el mundo y en Argentina no pudo ser menos. En el lunfardo, o argot porteño de la primera mitad del siglo 20, una mujer codiciada por su belleza era una “mina papa” y de allí pasó a ser la “papusa” del tango. También cuando alguien se refiere a un buen negocio en perspectiva, suele decir que tiene “la papa”, o “una papa.” A punto tal que en una época y en referencia a cualquier cosa buena que alguien encontrase o tuviese, solía decir:

- “acá está la papa y no en Balcarce!”, en clara referencia a la localidad de Argentina donde la papa es el cultivo más común.

Lamentablemente y como ya vimos que las cosas se suelen mezclar con frecuencia, ya sea sin intención o con ella, quienes promocionan la droga como cosa buena, también comenzaron a llamarla “papa.” Y con todo el perdón que merece la verdadera papa, “papearse” dejó de ser “hartarse comiendo papas”, para pasar a ser sinónimo de drogarse.

- “Kartoffel!” dijo como hablando consigo mismo un alemán que pasaba a mi lado, al ver a un muchachito tirado, semi inconsciente por la droga, frente a la estación de ferrocarril de Amsterdam.

- “Nein!” le retruqué yo empleando el 50% de mi vocabulario germánico, para salir en defensa de la verdadera papa y haciendo gala de mis dos cualidades más notorias: la de meterme donde no me llaman y la de llevar la contraria. El alemán me miró entre sorprendido y extrañado y yo me quedé sin palabras apenas un instante, salvándome la situación una gorda que providencialmente salía de la estación en ese momento. Se la señalé discretamente al alemán y con la universalidad cómplice de un guiño y un salvador “puente” en inglés, pude meter mi otro 50% de vocabulario germánico, diciéndole:

- “That be kartoffel!” (algo así como una versión británico-germana libre de: “…allá está la papa!”), en clara referencia al efecto nutritivo del noble tubérculo en esa mujer.

Parece que afortunadamente el tedesco me entendió al vuelo, porque asintió con la cabeza, soltó una carcajada gutural, bien bávara y ambos continuamos nuestros respectivos caminos por el mundo.

Así como esta anécdota tuvo feliz término con el golpe de efecto de un chiste corto y oportuno, la papa se prestó para otros chistes cortos que amenizan la alegría popular. Tal es el caso de ese niño que entró llorando a su casa y que la madre le preguntó que le pasaba.

- “...Y...que los otros chicos me tienen repodrido diciéndome cabezón! Todo el día me cargan! Todo el día!”

- “Eso te pasa porque vos les hacés caso, nene. Si vos sabés bien que no sos cabezón! Dejá de llorar y andá hasta la verdulería a traerme cinco kilos de papas.”


- “...Y…¿ en que los traigo?”

- “Que pregunta, nene! Como siempre, en la gorra!”

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lunes, 23 de agosto de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (4)

Russet potato with sprouts. Sliced (left) and ...  Image via Wikipedia
HISTORIAS DE PAPAS (4)

Pese a su origen americano, las papas llegaron a U.S.A.  desde Europa. Más precisamente desde Irlanda, merced al asentamiento de una colonia irlandesa en Londonderry. Aunque quienes no eran irlandeses no las aceptaron así nomás, llegando incluso a decirse que acortaban la vida de quienes las comían.
Con un simple hervor o al rescoldo, aún sin sal ni aceite, el sabor de la papa bien cocida es muy agradable. Y ni falta hace recordar su valor nutritivo, con el cual fueron desapareciendo las devastadoras hambrunas que solían diezmar a la población europea antes del descubrimiento de América. De allí que automáticamente “papa” fue y sigue siendo sinónimo de comida en gran parte del mundo.
Al respecto recuerdo que durante mi niñez, desde aquélla Italia devastada por la segunda guerra mundial, un inmigrante de nombre Fiorello, llegó al establecimiento rural en el cual trabajaban mis padres. Fiorello estaba flaco como un alambre y no había comida que le alcanzara. Me quedó grabado el hecho de que durante sus primeros meses y mientras andaba engordando y trabajando solo por los corrales de la estancia, periódicamente se lo escuchaba gritar a toda voz, aunque lo que comiese fuese carne y solo carne:
    
- “Rica la papa aryentina!”

Y en el mismo orden de asimilar el vocablo “papa” a “comida” en general, también tengo presente que a muchos niños pequeños, por no decir a todos, aunque les estén dando a comer sopa, zapallo, carne o cualquier otra cosa, invariablemente les dicen:
    
- “comé la papa!”
    
Con lo cual estimo que se contribuye a cimentar la confusión de valores de la que los argentinos somos campeones mundiales. No pasa lo mismo con los loros, porque cuando Pedrito pide “la papa”, a Pedrito generalmente sí le dan papa y no le mezclan los conceptos desde chiquito. Por ello quizá sea una lástima que los loros no puedan votar en este bendito y paradójico país, que siendo una cornucopia tiene cada vez más gente pobre y hambrienta.
Regresando al tema de la papa, luego de que al menos una parte de la humanidad fue llenando su estómago, el llamado “arte culinario” pasó a inventar múltiples formas de cocinar y de presentar la ya omnipresente papa. Y del arte culinario la papa llegó al “arte en serio” de la manera más simple y bella, cuando Vincent van Gogh pintó su obra “Comedores de patatas”; quizá su cuadro más sobrecogedor para mi gusto, junto con “Nigthfall.” Tuve la fortuna de ver ambos cuadros, muy próximos entre sí, en el museo Van Gogh, allá por 1.990. Creo que quien haya tenido la oportunidad y la suerte de admirarlos, jamás podrá olvidar las caras de esos campesinos del primer cuadro, comiendo papas hervidas.
Aunque las papas también tuvieron la desgracia de caer en lo que podríamos llamar “arte en joda.” Porque, ¿...de qué otro modo podrían denominarse esas mesas llenas de papas presentadas por “no se quién”, las que bajo el einsteniano título de “Energía”, hasta fueron exhibidas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York allá por Junio de 1.993, donde me tocó en desgracia topar con ellas sin atinar a otra cosa que a amargarme el rato? -

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--- HISTORIA DE PAPAS (3)

Potatoes form the basis for many traditional I...Image via Wikipedia
Papas: alimento universal
HISTORIAS DE PAPAS(3)
Terminadas las historias que CONTABA MI SUEGRO, las que eran muchísimas más, pero que por no escribirlas en su momento, al querer hacerlo tardíamente muchas quedaron en el tintero, aprovecho el pie de la última historia para entrar a narrar historias vinculadas con las papas comestibles. No es un tema habitual para narraciones, pero se puede encarar con la certeza de que no faltará material para ellas.
Las papas fueron de enorme importancia en la historia de la humanidad. Quizá tanto o más de lo que lo fue el trigo. No entraré en detalles mayores respecto a la humanidad americana precolombina, porque no conozco tanto al respecto, salvo que los antiguos habitantes del altiplano y de casi toda la cordillera andina, inclusive hasta Venezuela, tenían en la papa uno de los principales componentes de su dieta. Ya fuese fresca o como “chuño” o papa deshidratada, puesto que los pueblos quechuas y aimarás, se adelantaron muchos siglos al puré instantáneo “made by U.S.A.”
Cualquier habitante del altiplano sabía que en determinadas noches (no en todas las noches, ni en cualquier noche - ya que todas no es lo mismo que cualquiera -), si las papas trituradas se exponían a una helada nocturna con características especiales y bien conocidas empíricamente, el agua constitucional de sus células formaba cristales de hielo que eran fácilmente separables de la harina. Así preparaban el “chuño”, que no era otra cosa que papa deshidratada, para tenerla presente en su dieta durante todo el año.
Si se me perdona la digresión, cuando actualmente por televisión se muestran niños desnutridos en el norte argentino, uno debe lamentarse tanto por el hecho puntual del sufrimiento de ese niño, como por la enorme pérdida de la hermosa y fecunda cultura de pueblos como quechua y aimarás, a punto tal de haber olvidado como alimentar a sus hijos. Esos pueblos llevaban la agricultura en sus genes y legaron al mundo nada menos que la papa, el zapallo, el maíz, múltiples variedades de porotos, la quínoa y la maca, entre otros. Pero ahora, faltos de identidad, recurren a las dádivas de los gobiernos de turno, los que en definitiva fueron quienes favorecieron de mil maneras truculentas esa pérdida de identidad. Y cada vez que caigo en estos análisis, recuerdo con emoción los últimos versos de la “Milonga del Solitario”, de Atahualpa Yupanqui, cuando termina diciendo:
     
“…desprecio la caridad
por la vergüenza que encierra.
Soy como el león de la sierra,
vivo y muero en soledad!”

Porque me animaría a decir que junto con la pérdida de identidad, la vergüenza de esa pobre gente quedó hecha jirones por el camino. Pero no nos alejemos de las papas y recordemos que al ser estas llevadas a Europa desde América, salvo en Irlanda, donde fueron apreciadas enseguida, en el resto del continente costó mucho introducirlas en la dieta popular. A punto tal que un rey europeo (creo que fue uno de los tantos Luises paridos en Francia) hizo gala de un gran conocimiento psicológico de sus súbditos: Hizo sembrar un predio de papas como algo muy privado y secreto y decretando “pena de muerte” para quien robase alguna papa de allí. Como era de esperar, en poco tiempo en el predio no quedó una sola papa y de ese modo esta se introdujo en la cocina popular francesa primero, y luego en la europea.
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martes, 17 de agosto de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (2)

The Inca developed hundreds of varieties of po...Image via Wikipedia
papas del Perú
HISTORIAS DE PAPAS(2)
Según CONTABA MI SUEGRO, el muchacho de esta historia que comencé a narrar ayer, se había esmerado "tirando la maleta" con tanto esfuerzo como el que más. Lo cual para un primerizo no solo de la juntada de papas, sino del trabajo, era toda una proeza en si misma. Así llegó el día de pago de la primera quincena; cobraron y entre otras cosas llegó la noche y se armó la timba(1) en un galpón que había en el lugar. El galpón  era nuevo y estaba hecho casi en el tope de una loma. Tenía un portón al nivel del suelo en un extremo. Y el otro extremo tenía otro portón; pero debido a la pendiente de la loma, desde el borde del portón hasta el suelo había un desnivel de cerca de un metro. Desnivel que aún no había sido rellenado con tierra y era bastante pronunciado, aún para subirlo o bajarlo caminando.
Mi suegro y su compañero entraron al galpón medio encandilados por la luz de un farol a kerosén tipo "petromax." Allí, arriba de una frazada puesta sobre un par de tablones ya estaban dando vueltas dos dados, o “cachos”, como suele llamárselos. El amigo de mi suegro parece que había sido habitué en estas lides, porque enseguida se puso a jugar a los dados con pasión. Pero en el “pase inglés”, como en cualquier timba, la peor compañera es la pasión; allí solo la mente fría puede ayudar algo (aunque más no sea, ayudar a retirarse a tiempo).
Así las cosas, este amigo comenzó a perder y a perder, hasta que llegó el inevitable momento de jugarse la última moneda de la quincena y quedar seco. Lamentablemente el timbero(2) solo reacciona cuando es tarde; o sea cuando ya perdió hasta el último centavo. Como agravante, la reacción de este amigo fue violenta. Alegando que le habían hecho trampas, buscó pelea y la encontró enseguida. Contaba mi suegro que también en esta circunstancia su reciente amigo reaccionó tardíamente, porque recién intentó la retirada cuando ya había recibido una paliza respetable.
Y hasta en la retirada le fue mal, porque salió disparando del galpón con su rival de ocasión corriéndolo por detrás. Pero en lugar de encarar hacia el portón que estaba a nivel con el suelo, en el apuro encaró hacia el otro, el del gran desnivel. Al salir del marco iluminado por la luz del farol, dio su segundo paso en la más completa oscuridad y en el aire, porque por ese lado la pendiente era muy pronunciada.
No hay nada peor que dar un paso en el aire y al oscuro, mientras uno va corriendo con alguien pisándole los talones! El próximo paso es prácticamente imposible de detener y  también va a parar al aire, con lo cual quien corre queda literalmente como suspendido un momento, para caer con todo el envión de la carrera. En ese instante, mientras se perdía en la fatal oscuridad de la noche,  CONTABA MI SUEGRO que oyó gritar a su amigo, casi resignado:
     
- “Lo único que falta es que me quiebre, carajo!!”(3)
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(1) Timba es el nombre dado en Argentina a los juegos de azar, cuando se hacen por dinero.
(2) Persona apaionada por los juegos de azar.
(3) Y no era para menos, porque entre la lista de sus “desgracias inmediatas” podía contar unas cuantas:
a) Por primera vez en su vida había trabajado y nada menos que “tirando la maleta” en la juntada de papas;
b) Había perdido la quincena en un rato de timba;
c) Le habían dado una paliza hasta hacerlo disparar;
d) Para remate, en plena disparada se estaba cayendo al oscuro, sin siquiera saber adonde iría a parar y que huesos se estaba por romper!
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lunes, 16 de agosto de 2010

--- HISTORIAS DE PAPAS (1)

Potatoes grown in DiengImage via Wikipedia
HISTORIAS DE PAPAS
Entre las tantas historias que CONTABA MI SUEGRO y que ya narré aquí, hay una anécdota de su juventud, de antes de entrar a Gendarmería Nacional, cuando al irse de su  casa en el alto valle del río Negro a vagabundear, o a “rodar tierras”, como también solía decirse, sin saber cómo ni porqué, un día llegó a Balcarce en la temporada de la cosecha de papas. Con esta historia termino de contar lo que hasta ahora escribí de lo que entre mate y mate (y también, por qué no decirlo, entre vino y vino..!) me contaba mi suegro.  Y el tema de la misma me dará pie para entrar a otras historias no menos interesantes, en su mayoría graciosas, aunque siempre con "algo más" para pensar, y que narraré a partir de esta historia. O sea que esta podría ser la última historia de las que CONTABA MI SUEGRO, aunque también será la primera de mis HISTORIAS DE PAPAS.
La cosecha de papas, tanto en los tiempos en que mi suegro era joven (y estoy hablando quizá de fines de la década de 1930,  unos setenta u ochenta años atrás), como ahora, no es cosa fácil. Tanto a la cosecha de papas como a la cosecha de maíz de aquéllos tiempos, se la denominaba “tirar la maleta.” Desde hace años, el maíz ya no se cosecha a mano, sino que se lo hace con las modernas cosechadoras automotrices.
Pero antes, al igual que la papa antes y ahora, al maíz se lo cosechaba a mano. Cada cosechero avanzaba por el surco entre dos filas de maíz, con una gran bolsa de lona, o “maleta”, que colgada de su cuello por una especie de manija, le pasaba entre sus piernas y venía a la rastra detrás de el. El cosechero iba cortando a mano y de ambas filas, los choclos secos o mazorcas y los mandaba dentro de la maleta. Esta obviamente era cada vez más pesada y arrastrarla en esas condiciones era prácticamente un castigo.
Al llegar al final de cada surco, o si los surcos eran muy largos, allí donde las maletas se tornaban tan pesadas que era imposible arrastrarlas, se las vaciaba formando una troja o montón de mazorcas, las que luego eran recogidas por un rastrín tirado por caballos y eran llevadas a las trojas (o trojes) principales. En el caso de la papa, por más de un motivo el trabajo era aún más penoso: la juntada de maíz se hacía con el cuerpo erguido, mientras que la papa era y es juntada desde el suelo y se trabaja casi continuamente agachado doce o catorce horas.
Además en la juntada de maíz se pisaba suelo relativamente firme, mientras que en la papa se pisaba y se pisa tierra suelta, ya que las papas primero deben ser removidas del suelo donde crecieron, mediante una máquina especial que las remueve junto con la tierra. Por lo tanto, “tirar la maleta” pisando tierra suelta y a su vez con la maleta arrastrándose por la misma tierra suelta, es ya un castigo medioeval. Y por último, es infinitamente más sucio el trabajo de juntada de papa, que el de maíz.
Palabras aparte merece el resto de la vida del juntador de papas; y no ya la del de hace setenta años, sino la del actual. En los momentos en que no está sufriendo agachado en el campo, el juntador de papas vive literalmente tirado en un campamento ambulante que es llevado de un campo a otro, a medida que la papa necesita ser juntada. Raramente se le facilitan casillas rodantes, u otro tipo de habitación. En el mejor de los casos, si en el campo sembrado existe algún galpón abandonado, los cosecheros podrán habitar allí. Aunque es más que frecuente que lo hagan bajo algún reparo preparado con chapas de cinc apoyadas contra algún tronco de árbol, o contra los alambrados. Allí comen, descansan (es una manera de decir..!) y hasta duermen. Muchas veces habiéndose lavado en la precariedad de un tacho lleno de agua provista por algún tanque sobre ruedas, o por algún tambor.
Generalmente esos cosecheros tienen un jornal que comparado con los jornales normales pagados en el campo argentino, son  superiores. Aunque es tan compleja su situación social, que cuesta discernir si eso es bueno, o si es malo. Porque quienes van a hacer ese trabajo son personas muy simples. Con ese jornal en la mano y con todo el embrutecimiento de su trabajo, generalmente son incapaces de guardar nada y las ocasiones de quedarse sin dinero van a buscarlos hasta el propio campamento.
En primer lugar, son abastecidos de los elementos indispensables para comida y demás, por alguien del pueblo más cercano, quien acuerda tal actividad con el dueño de la plantación. Esa misma persona, que es enterada de antemano cuando se cobrarán las quincenas, muchas veces se encarga de aparecerse a cobrar acompañado por algunas prostitutas que, sin hacer juicio de valor en cuanto a su actividad, llegan al campamento alegrando un poco la vida de los cosecheros, pero ayudando a que esa distracción y “revaloración de su hombría” les cueste bien caro.
Finalmente suelen ser infaltables las timbas que algún vivo organiza en la noche del día de pago. Timbas en las cuales muchos de los cosecheros pierden lo poco que les quedó luego de pagar los víveres y “un cacho de ternura.” Y en esto se centra la historia contada por mi suegro. Allá por el campo de Balcarce adonde fue “a rebotar” (como el gustaba decir), entre tantos cosecheros hizo migas con un muchacho que andaba en las mismas que él. Recién ido de su casa en busca de horizontes propios y empezando a trabajar por primera vez. Porque parecía ser que en sus veintitantos años, ese muchacho nunca había probado trabajar y ese había sido uno de los motivos por los cuales en la casa le habían cortado los víveres. En la próxima entrada les contaré como culminó esta historia, que no tiene desperdicio. Cuídense y sean felices! MAG
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