CONTABA MI SUEGRO que un 18 de Septiembre le había tocado en suerte andar por las primeras estribaciones de la cordillera neuquina entre Las Lajas y Loncopué. Esa no es una fecha cualquiera en la zona, porque es el día de la independencia chilena y por allí deambula mucho chileno directo, o emparentado. Por tal razón para esa fecha proliferan las enramadas y en ellas suelen abundar las empanadas, el vino, el ñaco(1), la cueca y los imprevistos. Generalmente quien durante esa fecha escuche una bulla en cualquier lugar, puede pasar y sumarse, porque allá la gente es generosa compartiendo lo poco y nada que tiene.
En un rancho del lugar se había armado el festejo patrio del país hermano. En un rincón, en un hogar hecho con piedras en el suelo, en una olla como de diez litros, de hierro fundido y de tres patas, parada entre las brasas, hervía la grasa de las tortas fritas. En el medio del rancho se zarandeaban unos cuantos meta cueca, mientras que entre quienes no bailaban, circulaban algunos jarros de chupilca(2).
Atraído por la bulla se arrimó un lugareño a quien vaya uno a saber porqué, apodaban “Pelado Zorro”. Este se asomó a la puerta y miró para adentro como pidiendo licencia. Al tiro(3) le alcanzaron un jarro con chupilca y al tiro también se prendió a la cueca que estaban empezando a tocar.
Es importante aclarar que en Septiembre aún hace bastante frío por aquellos lugares. “Pelado Zorro” estaba bajando del cerro con su piño de chivos y venía preparado para el frío y la humedad. Seguramente lo cubriría algún poncho de los llamados de Castilla, muy apreciados en la zona por su fama de impermeables, y me animaría a decir que bastante castigado por los años. Aunque de eso no se habló después, porque el poncho no formó parte de la historia.
Sí se comentó que tenía protegido cada pie con un retobo de cuero de cordero a modo de medias o polainas, bien afirmado en su sitio con los mismos tientos que además le sujetaban las hojotas. Y de eso se acordaban muy bien todos los presentes. Aunque nadie se hubiese acordado de algo tan común allá, si no hubiese ocurrido lo inevitable para que el festejo tuviese su accidente.
La chupilca y la cueca le calentaban la sangre a “Pelado Zorro”, quien daba pasos y saltos cada vez más enérgicos para adelante y para atrás, al ritmo de la música y gritando:
- “...esto es cueca, po!”
En una de las tantas reculadas prácticamente a los saltos, no tuvo mejor suerte que embocar un pie bien afirmado dentro de la olla donde se freían las tortas. Gritó y dio dos o tres saltos salpicando grasa para todos lados, al revolear la olla aún atrancada en el pie. Y mientras la grasa hirviendo se le filtraba por los pliegues del retobo de cuero del pie, allá salió “Pelado Zorro” para el patio, siempre a los saltos, seguido por alguno que otro salpicado con grasa caliente en la desgraciada circunstancia.
“Pelado Zorro” manoteaba los tientos del retobo tratando de desatarlos, se quemaba también los dedos y seguía gritando más que adentro del rancho, pero no de alegría sino de dolor, mientras se le freía el pie adentro del cuero de cordero. Porque está visto que para un pobre es más fácil pasar de la alegría al llanto, que del llanto a la alegría.
En un rancho del lugar se había armado el festejo patrio del país hermano. En un rincón, en un hogar hecho con piedras en el suelo, en una olla como de diez litros, de hierro fundido y de tres patas, parada entre las brasas, hervía la grasa de las tortas fritas. En el medio del rancho se zarandeaban unos cuantos meta cueca, mientras que entre quienes no bailaban, circulaban algunos jarros de chupilca(2).
Atraído por la bulla se arrimó un lugareño a quien vaya uno a saber porqué, apodaban “Pelado Zorro”. Este se asomó a la puerta y miró para adentro como pidiendo licencia. Al tiro(3) le alcanzaron un jarro con chupilca y al tiro también se prendió a la cueca que estaban empezando a tocar.
Es importante aclarar que en Septiembre aún hace bastante frío por aquellos lugares. “Pelado Zorro” estaba bajando del cerro con su piño de chivos y venía preparado para el frío y la humedad. Seguramente lo cubriría algún poncho de los llamados de Castilla, muy apreciados en la zona por su fama de impermeables, y me animaría a decir que bastante castigado por los años. Aunque de eso no se habló después, porque el poncho no formó parte de la historia.
Sí se comentó que tenía protegido cada pie con un retobo de cuero de cordero a modo de medias o polainas, bien afirmado en su sitio con los mismos tientos que además le sujetaban las hojotas. Y de eso se acordaban muy bien todos los presentes. Aunque nadie se hubiese acordado de algo tan común allá, si no hubiese ocurrido lo inevitable para que el festejo tuviese su accidente.
La chupilca y la cueca le calentaban la sangre a “Pelado Zorro”, quien daba pasos y saltos cada vez más enérgicos para adelante y para atrás, al ritmo de la música y gritando:
- “...esto es cueca, po!”
En una de las tantas reculadas prácticamente a los saltos, no tuvo mejor suerte que embocar un pie bien afirmado dentro de la olla donde se freían las tortas. Gritó y dio dos o tres saltos salpicando grasa para todos lados, al revolear la olla aún atrancada en el pie. Y mientras la grasa hirviendo se le filtraba por los pliegues del retobo de cuero del pie, allá salió “Pelado Zorro” para el patio, siempre a los saltos, seguido por alguno que otro salpicado con grasa caliente en la desgraciada circunstancia.
“Pelado Zorro” manoteaba los tientos del retobo tratando de desatarlos, se quemaba también los dedos y seguía gritando más que adentro del rancho, pero no de alegría sino de dolor, mientras se le freía el pie adentro del cuero de cordero. Porque está visto que para un pobre es más fácil pasar de la alegría al llanto, que del llanto a la alegría.
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(1) Trigo tostado y molido del tamaño de sémola gruesa. Puede tomarse mezclado con vino, aunque no faltan quienes aseguran que también han visto tomarlo mezclado con leche.
(2) Bebida muy común en las provincias cuyanas, al igual que en Chile, preparada con ñaco y vino. Quienes la toman aseguran que es muy energizante.
(3) “Al tiro” es una expresión muy usada en Chile y en la cordillera neuquina, significando “enseguida.”
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