HISTORIA DE PAPAS (5)
Image via WikipediaAdemás de lo ya visto, con el transcurrir del tiempo y en honor a sus méritos, “papa” también pasó a ser sinónimo de cosa buena en todo el mundo y en Argentina no pudo ser menos. En el lunfardo, o argot porteño de la primera mitad del siglo 20, una mujer codiciada por su belleza era una “mina papa” y de allí pasó a ser la “papusa” del tango. También cuando alguien se refiere a un buen negocio en perspectiva, suele decir que tiene “la papa”, o “una papa.” A punto tal que en una época y en referencia a cualquier cosa buena que alguien encontrase o tuviese, solía decir:
- “acá está la papa y no en Balcarce!”, en clara referencia a la localidad de Argentina donde la papa es el cultivo más común.
Lamentablemente y como ya vimos que las cosas se suelen mezclar con frecuencia, ya sea sin intención o con ella, quienes promocionan la droga como cosa buena, también comenzaron a llamarla “papa.” Y con todo el perdón que merece la verdadera papa, “papearse” dejó de ser “hartarse comiendo papas”, para pasar a ser sinónimo de drogarse.
- “Kartoffel!” dijo como hablando consigo mismo un alemán que pasaba a mi lado, al ver a un muchachito tirado, semi inconsciente por la droga, frente a la estación de ferrocarril de Amsterdam.
- “Nein!” le retruqué yo empleando el 50% de mi vocabulario germánico, para salir en defensa de la verdadera papa y haciendo gala de mis dos cualidades más notorias: la de meterme donde no me llaman y la de llevar la contraria. El alemán me miró entre sorprendido y extrañado y yo me quedé sin palabras apenas un instante, salvándome la situación una gorda que providencialmente salía de la estación en ese momento. Se la señalé discretamente al alemán y con la universalidad cómplice de un guiño y un salvador “puente” en inglés, pude meter mi otro 50% de vocabulario germánico, diciéndole:
- “That be kartoffel!” (algo así como una versión británico-germana libre de: “…allá está la papa!”), en clara referencia al efecto nutritivo del noble tubérculo en esa mujer.
Parece que afortunadamente el tedesco me entendió al vuelo, porque asintió con la cabeza, soltó una carcajada gutural, bien bávara y ambos continuamos nuestros respectivos caminos por el mundo.
Así como esta anécdota tuvo feliz término con el golpe de efecto de un chiste corto y oportuno, la papa se prestó para otros chistes cortos que amenizan la alegría popular. Tal es el caso de ese niño que entró llorando a su casa y que la madre le preguntó que le pasaba.
- “...Y...que los otros chicos me tienen repodrido diciéndome cabezón! Todo el día me cargan! Todo el día!”
- “Eso te pasa porque vos les hacés caso, nene. Si vos sabés bien que no sos cabezón! Dejá de llorar y andá hasta la verdulería a traerme cinco kilos de papas.”
- “...Y…¿ en que los traigo?”
- “Que pregunta, nene! Como siempre, en la gorra!”
Continúa...
- “acá está la papa y no en Balcarce!”, en clara referencia a la localidad de Argentina donde la papa es el cultivo más común.
Lamentablemente y como ya vimos que las cosas se suelen mezclar con frecuencia, ya sea sin intención o con ella, quienes promocionan la droga como cosa buena, también comenzaron a llamarla “papa.” Y con todo el perdón que merece la verdadera papa, “papearse” dejó de ser “hartarse comiendo papas”, para pasar a ser sinónimo de drogarse.
- “Kartoffel!” dijo como hablando consigo mismo un alemán que pasaba a mi lado, al ver a un muchachito tirado, semi inconsciente por la droga, frente a la estación de ferrocarril de Amsterdam.
- “Nein!” le retruqué yo empleando el 50% de mi vocabulario germánico, para salir en defensa de la verdadera papa y haciendo gala de mis dos cualidades más notorias: la de meterme donde no me llaman y la de llevar la contraria. El alemán me miró entre sorprendido y extrañado y yo me quedé sin palabras apenas un instante, salvándome la situación una gorda que providencialmente salía de la estación en ese momento. Se la señalé discretamente al alemán y con la universalidad cómplice de un guiño y un salvador “puente” en inglés, pude meter mi otro 50% de vocabulario germánico, diciéndole:
- “That be kartoffel!” (algo así como una versión británico-germana libre de: “…allá está la papa!”), en clara referencia al efecto nutritivo del noble tubérculo en esa mujer.
Parece que afortunadamente el tedesco me entendió al vuelo, porque asintió con la cabeza, soltó una carcajada gutural, bien bávara y ambos continuamos nuestros respectivos caminos por el mundo.
Así como esta anécdota tuvo feliz término con el golpe de efecto de un chiste corto y oportuno, la papa se prestó para otros chistes cortos que amenizan la alegría popular. Tal es el caso de ese niño que entró llorando a su casa y que la madre le preguntó que le pasaba.
- “...Y...que los otros chicos me tienen repodrido diciéndome cabezón! Todo el día me cargan! Todo el día!”
- “Eso te pasa porque vos les hacés caso, nene. Si vos sabés bien que no sos cabezón! Dejá de llorar y andá hasta la verdulería a traerme cinco kilos de papas.”
- “...Y…¿ en que los traigo?”
- “Que pregunta, nene! Como siempre, en la gorra!”
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