HISTORIA DE PAPAS (15)
Retorno desde las papas de Idaho a las papas de la provincia de Buenos Aires, con el recuerdo de una anécdota que circuló tiempo atrás entre los camioneros conocidos. Los camioneros de Argentina, entre otras molestias tales como las rutas inadecuadas para el porte y la potencia de los camiones actuales y el tránsito cada vez más congestionado por lo inadecuado de las rutas y por los tipos que comprándose un auto en cuotas, se suben sin saber las normas de tránsito elementales y solo saben ir “para adelante”, también deben bancarse algunas de las “camineras.”
Los puestos de la policía caminera de algunas partes del país, suelen ser un escollo difícil de superar para el camionero novel, o para aquél que cree llevar todo en regla y se pone duro. Porque es tal el hábito de pedir algo, que si un camionero principiante esgrime sus derechos, seguramente le buscarán la pata a la sota para joderlo de algún modo. Pero los conocedores, los que llevan mucho tiempo en "la huella", saben con qué bueyes aran y los tratan en consecuencia. No se crean que disponen de sumas importantes para sortear la dificultad. Para nada! Disponen de la astucia y del conocimiento básico de la sicología de quien tienen enfrente para lidiar.
Recuerdo una oportunidad en la que viajaba a mi pueblo desde Buenos Aires, aprovechando la bonhomía de un amigo que manejaba el camión de una empresa de allá. Salimos de Buenos Aires ya de noche y en una de las habituales paradas a controlar los neumáticos, este amigo se bajó con el palo de pegarle a las cubiertas para ver si estaban bien infladas y con una linterna. La linterna encendió pobremente un instante y enseguida su luz claudicó, agotadas las pilas.
Mientras seguía su ritual de tantear los neumáticos con el palo, este amigo me indicó donde tenía pilas nuevas para que yo hiciese el favor de cambiarlas. Al regresar el a la cabina, me preguntó por las pilas viejas, se las alcancé y mientras las ponía a mano sobre el panel de instrumentos, me dijo:
- “Con estas arreglo a los milicos de la caminera.”
- “Vos estás loco! Cómo le vas a dar esas pilas agotadas?”
- “No te hagás problema. Viniendo de arriba, estos agarran hasta granizo!”, recuerdo que me respondió.
Y efectivamente, al llegar a un puesto de la policía caminera, ni siquiera hizo falta bajarse del camión. Un policía se asomó por la ventanilla, saludó y mi amigo le dijo algo así como:
- “Te traje algo. Mirá! Con estas pilas tenés para escuchar la radio una semana, por lo menos!” y se las alcanzó.
Para mi asombro y corroborando la experiencia de mi amigo, agradeció el tipo, saludó y nosotros seguimos viaje lo más campantes. Entonces le dije:
- “A la vuelta estos te van a hacer la vida imposible!”, a lo que el me respondió:
- “¿Sabés las basuras que les doy en cada pasada? Estos, con tal de agarrar, manotean cualquier cosa y en el montón del día no tienen ni idea de quien les dio tanta porquería!”
Los puestos de la policía caminera de algunas partes del país, suelen ser un escollo difícil de superar para el camionero novel, o para aquél que cree llevar todo en regla y se pone duro. Porque es tal el hábito de pedir algo, que si un camionero principiante esgrime sus derechos, seguramente le buscarán la pata a la sota para joderlo de algún modo. Pero los conocedores, los que llevan mucho tiempo en "la huella", saben con qué bueyes aran y los tratan en consecuencia. No se crean que disponen de sumas importantes para sortear la dificultad. Para nada! Disponen de la astucia y del conocimiento básico de la sicología de quien tienen enfrente para lidiar.
Recuerdo una oportunidad en la que viajaba a mi pueblo desde Buenos Aires, aprovechando la bonhomía de un amigo que manejaba el camión de una empresa de allá. Salimos de Buenos Aires ya de noche y en una de las habituales paradas a controlar los neumáticos, este amigo se bajó con el palo de pegarle a las cubiertas para ver si estaban bien infladas y con una linterna. La linterna encendió pobremente un instante y enseguida su luz claudicó, agotadas las pilas.
Mientras seguía su ritual de tantear los neumáticos con el palo, este amigo me indicó donde tenía pilas nuevas para que yo hiciese el favor de cambiarlas. Al regresar el a la cabina, me preguntó por las pilas viejas, se las alcancé y mientras las ponía a mano sobre el panel de instrumentos, me dijo:
- “Con estas arreglo a los milicos de la caminera.”
- “Vos estás loco! Cómo le vas a dar esas pilas agotadas?”
- “No te hagás problema. Viniendo de arriba, estos agarran hasta granizo!”, recuerdo que me respondió.
Y efectivamente, al llegar a un puesto de la policía caminera, ni siquiera hizo falta bajarse del camión. Un policía se asomó por la ventanilla, saludó y mi amigo le dijo algo así como:
- “Te traje algo. Mirá! Con estas pilas tenés para escuchar la radio una semana, por lo menos!” y se las alcanzó.
Para mi asombro y corroborando la experiencia de mi amigo, agradeció el tipo, saludó y nosotros seguimos viaje lo más campantes. Entonces le dije:
- “A la vuelta estos te van a hacer la vida imposible!”, a lo que el me respondió:
- “¿Sabés las basuras que les doy en cada pasada? Estos, con tal de agarrar, manotean cualquier cosa y en el montón del día no tienen ni idea de quien les dio tanta porquería!”
Y este tema de las "camineras" me da pie para vincular las camineras a las historias de papas, como veremos en la entrada próxima.
Continúa...
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